Partamos de la premisa que ni todas las monedas de colección sirven para la inversión, ni todas las monedas de inversión son coleccionables. Las monedas de colección existen en el ámbito numismático desde el siglo VII a.C., desde el mismo momento que aparece sobre la faz de la tierra la primera moneda propiamente dicha en Lidia Asia Menor actualmente Turquía, entre los años 680 a 560 a.C., bajo el reinado del rey Gerges, conocida como electrón por ser una amalgama de oro y plata. Desde entonces, cientos de miles de acuñaciones han sido realizadas a nombre de deidades, ciudades, estados, nobles, monarcas, mandatarios, dictadores, repúblicas, etc. En todo tipo de metales, mayoritariamente preciosos, oro y plata.
Si bien el metal precioso que contienen, oro o plata, añaden un valor cuantitativo a la moneda de colección, no cabe duda de que su principal estima reside en su antigüedad, rareza, estado de conservación y número de ejemplares existentes.
Por lo que se refiere a las monedas denominadas Bullion, son mucho más recientes, casi de finales del Siglo XX, en concreto de 1967.
Si hacemos caso al vocabulario, en concreto a cualquier diccionario de habla inglesa, el término bullion se refiere a “lingote” o barra de oro y bullionista al “acumulador de metales preciosos” además de seguidor de una doctrina económica que definía la riqueza como la “cantidad de oro y plata que podía poseer una persona”. Pero la realidad impuso el termino bullion como referencia mundial a la denominada moneda de inversión.
De ahí que, habitualmente, compradores y vendedores de monedas acuñadas específicamente para la inversión señalen éstas como monedas bullion. Solo hay una pequeña excepción y se da precisamente entre los comerciantes numismáticos españoles que las tildan como “moneda de bolsa” por su especial característica de estar ligado su precio de compra-venta al mercado de metales preciosos.
Bullion, pues, sinónimo de moneda de inversión. Pero ¿cuándo surge este tipo de “lingote” amonedado?
Debido a la situación política y social en la República de Sudáfrica, por causa de las leyes segregacionistas del “apartheid” hacia la población negra, las potencias internacionales, con Estados Unidos a la cabeza, decidieron “cercar” económicamente al país africano dominado por una minoría blanca descendiente de los antiguos colonos böers.
Las autoridades sudafricanas no podían exportar una de sus más apreciadas materias primas: el oro, en polvo o en lingotes. Pero en el seno de la South African Mint Company, la Casa de la Moneda de Johanesburgo, surgió la idea de acuñar una moneda con contenido de 916 milésimas de oro y una aleación de cobre para mayor fortaleza, con peso de 1 onza troy (3110 gr.), pero sin valor nominal alguno. Así nació en 1967 el Krugerrand que se convirtió en la década de 1970 en la moneda número 1 preferida por los inversionistas de todo el mundo que querían tener pequeñas piezas de oro en su poder.
Sirva este dato como referencia del gran éxito del primer bullion ya que entre 1974 y 1985, se estima que 22 millones de monedas de oro Krugerrand fueron importadas solamente por los Estados Unidos.
Este enorme éxito de los Krugerrand alentó a otros países productores de oro con casas de moneda propias a acuñar sus bullion particulares.
La primera en hacerlo fue la Royal Canadian Mint (Real Casa de la Moneda de Canadá) quien lanzó al mercado desde su Ceca de Ottawa la ya famosa Hoja de Arce (Maple Leaf) en 1979. La Royal Australian Mint (Real Casa de la Moneda de Australia) siguió los pasos canadienses y puso en 1981 a disposición de los inversores el bullion de oro “Nugget” (Pepita). China tardó solo un año, en 1982, en explotar su principal icono, el Oso Panda, en formato de oro amonedado; al que seguirían la US Mint (Casa de la Moneda de Estados Unidos) con sus “American Gold Eagle” (Águilas Americanos de oro), en 1986; la “Britannia” del Reino Unido acuñada en la Royal Mint en 1987; y así sucesivamente hasta completar en la actualidad un total de 18 países que compiten por la supremacía de los bullion de oro.
Dejemos para otra entrega los bullion acuñados en plata, platino y paladio; cuáles son los preferidos del público según cada continente o país, o qué bullion son los más demandados.