Corría el año 1763 cuando el Lord Clive, un navío de la Armada Británica al mando del capitán Robert McNamara disparó sus 64 cañones hacia la ciudad uruguaya de Colonia del Sacramento, una antigua colonia británica que había sido tomada por los españoles a final de la Guerra de los Siete Años.
Sin embargo, el barco se había acercado demasiado a la ciudad, y quedó a merced de los cañones de los españoles, que no tardaron en hacer blanco en el navío británico, que llevaba el nombre de Lord Clive de la India, el que fuera gobernador y pieza clave de la política inglesa en el Subcontinente.
El Lord Clive se hundió frente a la costa de Colonia Sacramento (hoy, territorio uruguayo), llevándose consigo las vidas de 252 marineros y una bodega repleta de oro (se calcula que transportaba monedas de oro por valor, aproximadamente, de 1.150 millones de euros), ron, opio y seda, que habitualmente se transportaba protegida en cilindros de plomo.
Los restos del barco reposaron en paz bajo las aguas durante dos siglos y medio hasta que, en 2004, un cazatesoros argentino llamado Rubén Collado (en la imagen) descubrió el pecio y comenzó a explorarlo de cara a una posible recuperación de sus restos. “Si ese barco no hubiera fracasado en su intento de reconquistar la ciudad de Colonia del Sacramento, hoy toda Hispanoamérica hablaría inglés”, manifestó al Daily Mail.
Collado cuenta con experiencia en la recuperación de tesoros sumergidos: en 1992 recuperó el tesoro que transportaba el barco portugués Nuestra Señora de la Luz, hundido en 1752 a una milla de la playa de La Mulata de Montevideo (Uruguay).
En aquella ocasión, la subasta de las 3.000 monedas de oro recuperadas obtuvo más de tres millones de dólares.
Desde 2004, Collado lleva esperando que el Gobierno de Uruguay autorice la operación. A finales de 2016, el Ministerio de Economía y Finanzas, por medio de una resolución firmada por el ministro Danilo Astori, declaró el proyecto “de interés ministerial”.
Eso significa que Collado podría tener derecho a la mitad del tesoro recuperado. El pecio, situado a 350 metros de la costa y a una profundidad de cinco metros, fue cubierto de rocas por los soldados españoles para evitar que flotase hacia la superficie.
De todas formas, el camino ya había sido allanado por el ex presidente José Mújica quien, poco antes de abandonar la presidencia, en febrero de 2015, autorizó la firma de un contrato entre la Prefectura Nacional Naval y Rubén Collado para el rescate de los restos, la carga, el alistamiento y cualquier objeto del navío Lord Clive.
Un contrato que ponía fin a los años de negativas del Gobierno uruguayo a la recuperación del tesoro por parte de una empresa privada, postura que defendía la Comisión del Patrimonio Histórico.
Lo habitual en este tipo de contratos para la recuperación de tesoros hundidos es que el tesoro se reparta al 50% entre el Estado y la empresa privada. Sin embargo, Collado se compromete a donar el 10% del beneficio bruto que le corresponda (es decir, un 5% del total) a la Prefectura Nacional Naval, “para la compra de equipamiento especializado”.
La operación de rescate va a costar alrededor de 4,6 millones de euros, para lo que la empresa recuperadora está buscando el apoyo de inversores privados. En total, participarán unos 80 buceadores, técnicos y personal de apoyo.
La complejidad de la operación es enorme: hay que retirar entre 80 y 100 toneladas de rocas depositadas encima del pecio. Posteriormente deberán dragar el lodo acumulado durante estos 250 años alrededor de los restos del buque. La estructura será elevada por medio de unos cables que pasarán por debajo, para evitar que se fracture al izarlo.
Pese a que los restos se encuentran a tan solo cinco metros de profundidad, la operación presenta gran complejidad por la escasa visibilidad de las aguas y los fuertes vientos y corrientes existentes en esta zona del Río de la Plata.
Según Andrés Sobrero, responsable de Turismo de Colonia Sacramento, “el rescate del barco va a tener un impacto en la ciudad mayor que cuando la Unesco lo declaró Patrimonio Histórico de la Humanidad. Aunque ha habido opiniones contrarias, lo cierto es que el patrimonio que está bajo el agua no se puede palpar ni sirve para el desarrollo turístico”.