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20 años del día en que Gordon Brown comenzó a dilapidar las reservas de oro del Reino Unido

Gordon Brown, antiguo canciller del Tesoro del Reino Unido y ex primer ministro británico

En estos días se cumplen 20 años de una de las decisiones más polémicas del entonces Gobierno británico: la venta de más de 400 toneladas de sus reservas de oro, a un precio irrisorio. Una operación por la que todavía se sigue recordando al que fuera canciller de la Hacienda del Reino Unido entre 1997 y 2007, y posteriormente primer ministro.

La presa británica se ha encargado de recordar a la opinión pública una efeméride que aún escuece en el terreno económico: la decisión del canciller de la Hacienda del Reino Unido, Gordon Brown, de liquidar una buena parte de las reservas de oro del Banco de Inglaterra a un precio que, años después, puede calificarse de irrisorio.

El pasado 7 de mayo se cumplieron dos décadas de la que ha sido considerada la peor decisión de inversión de todos los tiempos. Ese día de 1999, el responsable de la Hacienda británica anunció la venta de parte de las reservas de oro del Banco de Inglaterra.

En efecto, como recuerdan desde BBC News, entre 1999 y 2002 el Tesoro británico vendió el 56% de sus reservas de oro: un total de 401 toneladas de oro, de las 715 que se custodiaban en las cámaras acorazadas del Banco de Inglaterra.

La venta se realizó a un precio medio de 275 dólares la onza, lo que generó alrededor de 3.500 millones de dólares de ganancias para la Hacienda británica en ese periodo.

Sin embargo, la operación tiene muchos peros. Como explica Adrian Ash, director de investigación de BullionVault, ese precio medio de venta fue 10 dólares la onza inferior al precio que tenía el oro la víspera del anuncio de Gordon Brown.

El hecho de anunciar la venta por anticipado provocó una reacción a la baja del mercado, que redujo el precio del oro, perjudicando los propios intereses del Tesoro británico. Un primer error.

Con los datos en la mano, la operación no se sostiene: el precio medio del oro desde que concluyó la venta del oro del Reino Unido (2002) ha sido de 997 dólares la onza, es decir un 262% más que el que se obtuvo.

Si se compara con el precio actual, la situación es aún peor: los 1.275 dólares actuales son un 367% más que el precio medio obtenido en la operación. Y la comparación podría ser aún más escandalosa si tomamos como referencia el precio que alcanzó el oro en su mejor momento, en septiembre de 2011, con 1.895 dólares la onza.

El Reino Unido no era el único que estaba liquidando parte de sus reservas de oro: desde 1990, los bancos centrales de Bélgica, Holanda y Canadá habían vendido cerca de 1.590 toneladas. En 1997, Argentina y Australia vendieron 290 toneladas.

Y en 1999, Suiza aprobó en referéndum anular la vinculación entre el franco suizo y el oro, dando luz verde a un plan que contemplaba la venta de 1.300 de las 2.590 toneladas que constituían las reservas del país.

El Banco de España también vende

La fiebre de las ventas también se contagió a España: la venta de parte de las reservas de oro del Banco de España se llevó a cabo entre los años 2004 y 2007, bajo el mandato como gobernadores de Jaime Caruana (2000-2006) y de Miguel Ángel Fernández Ordóñez (2006-2012).

En aquel momento, el Banco de España tenía 16,8 millones de onzas de oro (525 toneladas), de las que vendió el 46% (7,7 millones de onzas, 242 toneladas), por 3.500 millones de dólares, a un precio aproximado de 454 dólares la onza.

Al igual que en el caso del Reino Unido, el precio obtenido no resiste la comparación con el que muy poco después de las operaciones de venta alcanzó el metal.

Además, la sucesión de ventas por parte de los distintos bancos centrales sirvió para enviar un mensaje al mercado: el oro estaba siendo superado por otros activos como elemento fundamental en las reservas.

La venta del oro por parte del Banco de Inglaterra fue, además, un punto de inflexión, ya que Londres ha sido el centro internacional del oro durante los últimos 300 años y la venta de más de la mitad de sus reservas transmitía la idea de que una economía moderna ya no necesitaba acumular oro.

Como señala Ash, “los bancos centrales pensaron que podían gestionar el mundo retocando los tipos de interés y moviendo unos pocos indicadores. El papel del oro como respaldo financiero se estaba diluyendo”.

Con el dinero obtenido por la venta del oro, los bancos centrales invirtieron en otros activos, como las acciones y los bonos.

Los bancos centrales se protegen

No solo la venta en sí, sino la forma en que el departamento que dirigía Gordon Brown la llevó a cabo ha estado envuelta en la polémica. El hecho de anunciarla previamente, lo que propició un descalabro del precio de un día para otro, fue tenido muy en cuenta por los bancos centrales que, en septiembre de ese mismo año 1999, se reunieron para firmar el llamado Acuerdo de los Bancos Centrales sobre el Oro (Central Bank Gold Agreement), que trataba de impedir que una nueva oleada de ventas de oro por parte del sector oficial provocara el pánico en el mercado.

El acuerdo reunió a 15 bancos centrales que se comprometían a espaciar las ventas durante los cinco años siguientes, un movimiento destinado a dotar de mayor claridad a los mercados financieros y establecer un suelo para el precio del oro. Una medida que muchos analistas interpretaron como una advertencia al Reino Unido.

Por otro lado, la credibilidad del propio Banco de Inglaterra, que se plegó de forma sumisa a lo que dictaban desde el departamento del Tesoro sin alzar siquiera la voz, también quedó seriamente dañada. Sobre todo, porque se trataba de una institución fundamental para el mercado mundial del oro en los últimos tres siglos, que custodiaba toneladas de oro de otros bancos centrales.

En conclusión, 20 años después los expertos siguen considerando que la medida llevada a cabo por la Hacienda británica fue un claro error, ya que el oro, independientemente de su precio en cualquier momento dado, mantiene una correlación negativa con el resto de activos de inversión. Y eso, desde el punto de vista de la banca, resulta fundamental para dotar de credibilidad a una entidad dentro del sistema financiero.

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