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El oro digital nunca derrotará al real

El oro y, por extensión, los metales preciosos, han sido considerados valores refugio, porque son capaces de mantener el poder adquisitivo de sus poseedores incluso en las condiciones más difíciles. Sin embargo, el carácter de valor refugio se está concediendo de una forma demasiado alegre a otros activos que, ni por asomo, comparten con el oro y la plata físicos esta condición.

Es el caso, por ejemplo, de la moneda virtual bitcoin, cuya paridad de precio con la onza de oro está haciendo correr ríos de tinta en estos días en la prensa internacional. Sin embargo, cada vez son más los analistas que advierten de las dificultades de comparar ambos valores, y que explican las condiciones que debe tener un activo para ser considerado valor refugio.

En un reciente artículo de Dirk Baur, profesor de Finanzas de la Universidad de Australia Occidental, se ponen de relieve estas diferencias. Según Baur, en términos de inversión un valor refugio es un lugar de relativa seguridad en tiempos complicados. Tradicionalmente, estos activos refugio han sido físicos, como el oro y la plata, o divisas fuertes como el dólar o el franco suizo.

Sin embargo, más recientemente se ha metido en esta cesta a otros activos intangibles como los ETF basados en oro, o los bonos de gobiernos como los de Estados Unidos o Alemania. La pregunta es: ¿pueden estos activos reemplazar a los activos tangibles como el oro? ¿La evolución digital de la sociedad va a cambiar las referencias de los valores refugio?

En opinión de este profesor universitario, el oro es un activo tangible y real, similar a las divisas, pero muy diferente a las acciones, bonos del gobierno, monedas virtuales y otros activos. El oro es perdurable, tiene una longevidad infinita que lo hace completamente diferente de otros activos. Es por este motivo por el que asume su condición de valor refugio, y esta durabilidad es precisamente de lo que carece el bitcoin.

En palabras de Dirk Baur, “el valor refugio proporciona seguridad, del mismo modo que los puertos proporcionan seguridad a los barcos: no los protegen contra todos los riesgos, pero sí los protegen contra algunos, como las tormentas y las grandes olas”.

La cuestión es si el mismo tipo de seguridad puede ser proporcionado por algo que no es real ni tangible. “En otras palabras, ¿puede un contrato de seguros (un título de crédito) proporcionar una seguridad similar a la que ofrece el oro. La respuesta es no”, apunta Baur.

Un contrato de seguros puede compensar una pérdida, pero no puede evitar que se produzca esa pérdida. Además, es necesario sufrir esa pérdida primero para que el contrato entre en funcionamiento, y la compensación solo se paga a continuación, con un retraso en el tiempo. Así que, mientras que la pérdida es inmediata, la compensación no lo es.

En contraste, un auténtico refugio es el que proporciona una seguridad inmediata y evita que se produzca esa pérdida en primer lugar. Una cuestión fundamental si el activo tiene algunas características intangibles que no pueden valorarse de forma adecuada ni ser tenidas en cuenta a la hora de la compensación. “Es como ocurre con una obra de arte única, una pintura”, señala el experto.

Además, el contrato de seguro no solo no evita la pérdida en primer lugar, sino que tampoco paga la compensación su la compañía que lo respalda sufre problemas financieros o está en quiebra. Este “riesgo de contraparte” siempre está presente, y puede ser muy importante en tiempos de crisis económica e incertidumbre. Y es en estos momentos cuando más se necesitan los valores refugio.

Los críticos al oro como valor refugio suelen referirse a él en tono despectivo, calificándolo de “reliquia”. De hecho, ha existido durante miles de años, y es muy probable que cualquier lingote o moneda sobreviva a cualquier compañía, a sus acciones y sus bonos. Muy pocas compañías en la Bolsa de Nueva York, por ejemplo, tienen más de 50 años. Por tanto, es bastante improbable que una compañía que vende títulos de oro, como ETF, supere la longevidad del oro físico.

Hay otro aspecto, además de su longevidad: que el mercado bursátil es un gran invento que permite a los inversores comprar fracciones de una compañía, en vez de la compañía entera. Pero este es un problema que jamás se ha planteado con el oro físico, ya que es divisible: puede fabricarse y comprarse desde unos pocos gramos a lingotes de 12,5 kilos.

El principal argumento contrario al oro físico es el coste de almacenamiento, pero este coste no tiene por qué ser superior, por ejemplo, al riesgo de contraparte que acompaña a otros activos.

Su principal valor se demuestra en los tiempos de crisis. “Imaginen un shock sistémico que haga caer las bolsas un 15% en un par de horas. No podrán acceder a su cuenta de valores online porque la web se ha caído. Y cuando logran acceder, el mercado está en plena caída y han perdido un tercio de su patrimonio si venden parte de sus activos. Es en estas situaciones cuando los activos tangibles realmente se muestran como tales: sus valores tangibles, sus lingotes y monedas, seguirán estando accesibles. Ninguna compañía o mercado puede impedirle negociar con ellos, ni tampoco pueden ser requisados o cancelados por su gobierno desesperado. Y, además, no dependen de una tercera parte”.

La conclusión es clara: el oro y la plata pueden sobrevivir a todo lo demás.

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