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Confusión y desorientación, por no decir mentiras, de Warren Buffett sobre el oro

La famosa carta anual de Warren Buffett a los accionistas de Berkshire Hathaway llegó por correo la semana pasada. Buffett ha construido una gran fortuna invirtiendo en acciones de compañías que cotizan en bolsa. Durante mucho tiempo ha sido crítico con el oro. Su carta más reciente da otro golpe al precioso metal e implora a los lectores que compren acciones en lugar del metal precioso.

Ese discurso queda totalmente desbaratado por el prestigioso analista Clint Siegner director de Money Metals Exchange, quien va desbaratando uno a uno el argumentario de Warren Bufett.

En esa misiva dirigida a los accionistas de Berkshire Hathaway merece la pena examinar su argumento. Buffett comenzó a invertir en 1942. Compró 114,75dólares en acciones y dice que si esa cantidad se hubiera invertido en un S&P 500 Index Fund  (el índice bursátil de Wall Street) sin cargo, el valor actual sería de 606,811 dólares.

El multimillonario estadounidense compara eso con hacer una elección diferente y comprar oro. Para “protegerse”, es posible que evitara las acciones y optara por comprar 3 1⁄4 onzas de oro con sus 114,75 dólares.

¿Y qué habría supuesto esa posible protección? Pues que ahora tendría un activo con un valor aproximado de 4.200 dólares, menos del 1% de lo que se habría obtenido de una simple inversión no administrada en negocios estadounidenses.

Seguro que parece una obviedad. “Solo los tontos comprarían oro cuando pudieran comprar acciones”, diría un verdadero fool.

La comparación omite algunos hechos críticos. Para empezar, no existía un fondo de índice S&P 500 en 1942. La idea de que los inversores compren una variedad “sin cargo” de un tipo de activo que no existía es aún más absurda.

El índice S&P 500, tal como lo conocemos, comenzó su andadura en 1957 y el primer fondo de índice que representa una canasta de esas acciones se lanzó en 1976. Antes de eso, los inversores se habrían visto obligados a elegir acciones y correr un riesgo aún mayor.

La mayoría no habría tenido la fortaleza y la disciplina para administrar una cartera de acciones y obtener el tipo de rentabilidad que Buffett está insinuando. De las 500 empresas inicialmente incluidas en el índice de 1957, solo permanecen 60. Muchas de esas empresas fracasaron, y los precios de sus acciones se convirtieron en 0 dólares.

Las acciones de cualquier stock pueden perder su valor, mientras que el oro físico no. Buffett elude cuidadosamente el concepto de riesgo con su comparación.

Buffett tampoco menciona que el precio del oro estuvo estrictamente controlado durante los primeros 30 años de su período de comparación. Mientras que las acciones de las empresas públicas eran libres de apreciarse cuando Estados Unidos salió de la Depresión y la guerra en lo que quizás fue el mayor auge económico de todos los tiempos, el oro fue oficialmente suprimido. El gobierno de los Estados Unidos fijó el precio en 35 dólares la onza y luego subió a 42 dólares, estabilizándose desde 1934 hasta 1971.

Pero lo cierto es que Buffet no podría haber comprado oro en 1942 si hubiera querido hacerlo. Franklin D. Roosevelt había prohibido durante mucho tiempo la tenencia y propiedad privada de oro a través de la Orden Ejecutiva 6102. Luego, “una nueva mentira”, afirma Siegner.

Lo más importante es que Buffett puede pensar en el oro puramente como un activo de inversión, pero lamentablemente está equivocado.

El oro es dinero, y los gobiernos y bancos centrales de todo el mundo lo siguen tratando de esa manera. Tiene propiedades muy diferentes a las acciones de una empresa, y las razones para poseerla son diferentes.

Sería más justo para Buffett comparar poner 114,75 dólares en una cuenta de ahorro bancaria en lugar de comprar oro en 1942. Pero eso haría que el oro se viera muy atractivo como una forma más sólida de dinero.

El oro también ha demostrado ser una inversión más sólida que las acciones a lo largo de algunas décadas. El oro superó al S&P 500 por múltiplos durante la década de 1970 y lo hizo nuevamente desde el 2000.

Quizás el punto ciego más grande en el análisis de Buffett es el mismo que afecta a los inversionistas de todo el mundo: Buffett es víctima de un sesgo de normalidad. “Él espera que el próximo período de 77 años sea similar al anterior. Pero es casi seguro que no lo hará”, indica contundentemente Siegner.

Buffet debería ampliar su visión para incluir eventos que son mucho más probables que otras ocho décadas de prosperidad y crecimiento casi ininterrumpidos. Uno de ellos es la hiperinflación, ya que el dólar estadounidense sigue la ruta transitada de otras monedas fiduciarias hacia la destrucción.

Las últimas ocho décadas se construyeron sobre una montaña de dinero prestado del tamaño del Everest, muchas de las cuales han impulsado a Wall Street y los mercados de valores a alturas que no podrían haber alcanzado de otro modo. Buffett no debe esperar que eso se repita. “El intercambio de algunas de sus acciones por metal físico bien podría resultar ser un movimiento prudente”, concluye el análisis de la carta de Warren Buffett.

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