Desde “La quimera del oro”, de Charles Chaplin, a “La leyenda de la ciudad sin nombre”, de Lee Marvin y Clint Eastwood, pasando por innumerables “westerns”, las obras de Jack London y, cómo no, las aventuras de Uncle Scrooge (el Tío Gilito en España), el avaricioso personaje creado por Walt Disney que hizo fortuna buscando oro, precisamente, en el Klondike. Son innumerables las obras cuya trama principal discurre durante la llamada “Fiebre del Oro” del siglo XIX, que han mitificado esta época de buscadores de oro en un entorno natural tan salvaje como peligroso
¿Una aventura memorable… o un auténtico infierno? Parece que esta época no fue tan romántica como el cine o la literatura la retratan, como la conquista del Oeste, con miles de personas buscando fortuna en los salvajes territorios por conquistar, haciendo camino al andar y buscando atravesar “la última frontera”.
Así se desprende de la lectura del libro de reciente aparición “All for the Greed of Gold: Will Woodin’s Klondike Adventure” (“La avaricia del oro: las aventuras de Will Woodin en el Klondike”), editado por Catherine Holder Spude y publicado por Washington State University Press.
Se trata de un relato fiel, en primera persona, de la vida en Dawson City (Alaska) en 1898. Una vida de trabajo, muy dura y alejada de los retratos dulcificados de las películas de Hollywood, y magistralmente retratada por la historiadora Catherine Holder Spude, experta en historia de la fiebre del oro en Alaska, época sobre la que ha escrito varios libros.
El protagonista, Will Woodin, nació en Michigan, en el seno de una clase media emergente que abandonó su vida en la granja y se mudó a Seattle, en busca de una vida mejor. Su padre era carpintero y viajó al norte en 1897 para estudiar las posibilidades de establecerse allí para trabajar, aprovechando las necesidades de los mineros atraídos por la fiebre del oro. Allí vio las posibilidades de prosperar mediante el comercio de bienes con los mineros, un negocio mucho más lucrativo que la carpintería. Así que, al año siguiente, con dos socios y su hijo, emprendió el camino, cargado de mercancías, a través de White Pass hacia Dawson (en la imagen).
Sus peripecias fueron recogidas, diez años después, en un diario por Will. Diario que llegó a manos de su bisnieta, Sandra Bixby Dunn, quien conoció el trabajo, como historiadora y arqueóloga especialista en la zona, de Catherine Holder Spude y le entregó el diario para que lo editara.
El relato de Will Woodin, aunque editado, describe con riqueza cómo era la dura vida de la época. Partieron de Seattle el 1 de marzo de 1898 con dirección a Skagway (Alaska), una ciudad también mitificada que en el libro se presenta de forma muy diferente: un amasijo de tiendas de campaña, entre las que crecían día a día edificios en todos los terrenos disponibles, con cientos de hombres demasiado ocupados preparando sus expediciones como para dejarse llevar por el vicio y la violencia. De hecho, Woodin solo da cuenta de un asesinato durante la expedición y, por la forma de relatarlo, deja claro que se trata de un hecho excepcional.
La expedición de Woodin optó por atravesar White Pass en vez del más frecuentado Chilkoot Trail (en la imagen superior), porque a pesar de ser más largo, permitía atravesarlo con caballos, que transportaban las mercancías que iban a vender a los mineros.
Cuatro meses y medio después de abandonar Seattle, el 17 de julio, llegaron a Dawson City. La descripción de la vida allí no incluye los habituales episodios de tiroteos y violencia que aparecen en las películas, pero eso no quiere decir que no fuera una vida dura. Muchos hombres morían ahogados en los rápidos del río y la llegada del verano trajo consigo una plaga de mosquitos que contagiaban la fiebre tifoidea.
Luego estaba la angustiosa sensación de soledad, “una soledad como no había sentido en toda mi vida”, señala Woodin; “enfrentarse a los peligros y la rudeza de un país desconocido, sacrificar el confort de un hogar civilizado, que ahora parece tan lejano… ¡y todo por la avaricia del oro!”.
Fue solo un verano el que Woodin pasó en Dawson City, pero fue lo suficientemente intenso como para motivarle a escribir sus recuerdos. Un legado para las generaciones posteriores sobre lo que realmente ocurrió en Alaska en aquellos años, que ahora ha sido recuperado por Catherine Holder Spude.
Seguro que, a partir de ahora, veremos con otros ojos las películas sobre la fiebre del oro…