La India es un país tradicionalmente muy vinculado al oro. Es el segundo mayor consumidor de este metal, por detrás de China, con una demanda que en años pasados ha llegado a superar las 1.000 toneladas anuales. Sin embargo, una combinación de diversos factores está provocando que los ciudadanos comiencen a perder interés por el que ha sido un medio tradicional de ahorro e inversión en el país durante siglos.
Como explican desde el diario económico Financial Times, la India ha sido durante años una de las principales fuentes de demanda global de oro, solo por detrás de China. Millones de ciudadanos indios, especialmente de zonas rurales, carecen de acceso a cuentas bancarias o de ingresos regulares en metálico, por lo que su única forma de acumular riqueza es comprar oro cuando las cosas les van bien.
Los años en que se recoge una buena cosecha (gracias a la puntual llegada de las lluvias en la época del monzón), los agricultores los celebran adquiriendo piezas de oro con los beneficios que obtienen por la venta de los productos que cultivan.
Estas piezas se guardan para venderlas cuando se necesite, o se regalan a las novias como dote para la boda. Las festividades religiosas también son momentos propicios para comprar oro, que se guarda o se entrega como ofrenda a los templos.
Por eso, como apuntan desde Financial Times, no puede sorprender el hecho de que los traders de Londres estén pendientes del comportamiento del monzón en la India, del que depende una buena parte de la demanda mundial de oro.
Sin embargo, esta relación de los ciudadanos indios con el oro está cambiando en los últimos años, por la combinación de una serie de factores. Uno de ellos ha sido el agresivo programa político con el que el primer ministro indio, Narendra Modi, quiere formalizar una economía ha experimentado un enorme crecimiento en los últimos años.
Este programa incluye la mejora de la cultura financiera de la población y su acceso a nuevos productos financieros como los fondos de inversión. Un movimiento que, de forma consciente o inconsciente, ha provocado una caída sostenida en la demanda de oro, que ha hecho saltar las alarmas en la próspera industria india de metales preciosos.
Según los datos que maneja Financial Times, la demanda de oro de la India alcanzó su récord en 2010, superando las 1.000 toneladas anuales y desde entonces se ha reducida casi en una cuarta parte, hasta las 760 toneladas de 2018.
La reciente subida del precio del metal no ha contribuido precisamente a aliviar esta tendencia: los más de 1.500 dólares la onza que ha alcanzado el oro, su máximo en seis años, han retraído a muchos ciudadanos indios, que han visto cómo el metal superaba su precio máximo histórico en rupias.
Ello ha provocado que las importaciones de oro también se reduzcan: el pasado mes de julio, el valor del oro importado por la India fue un 42% inferior al que se registró en el mismo mes del año pasado.
Otra polémica iniciativa gubernamental, la llamada desmonetización de 2016, implicó una medida tan drástica como la ilegalización de los billetes de mayor valor en circulación, con el fin de aflorar la economía sumergida. Esta medida afectó seriamente a los comerciantes de oro, que eran destinatarios de estos fondos.
A ello le siguió una batería de impuestos indirectos sobre el oro y la promoción de otras fórmulas de inversión como acciones, bonos o fondos de inversión. A finales del pasado mes de mayo, estos fondos contaban con inversiones por valor de más de 364.000 millones de dólares, casi el doble que cuando se produjo la desmonetización.
Además, el crecimiento económico ha provocado también un cambio en la mentalidad de los ciudadanos, que antaño identificaban el lujo con el oro. Ahora, en cambio, existen otros muchos bienes que son sinónimo del lujo, como automóviles, aparatos electrónicos, viajes al extranjero… Y lo que se invierte en todo ello, se deja de invertir en oro.
El oro del siglo XXI
Conscientes del peligro que se cernía sobre la industria del oro de la India con esta modernización financiera, las autoridades y la industria se han esforzado por promover nuevas fórmulas de inversión en oro compatibles con una economía india cada vez más moderna y digital.
Uno de los objetivos en este sentido era movilizar las más de 24.000 toneladas de oro que se encuentran inmovilizadas en los hogares y templos de la India. De momento, las iniciativas puestas en marcha para integrar este oro en el mercado no han obtenido los resultados apetecidos, ya que los inversores no se han sentido atraídos por los bonos soberanos o los ETF promovidos por el Gobierno.
Además, según explican desde Financial Times, la India se encuentra también con el problema de que no existe un precio de referencia único y transparente en el mercado del oro de la India. Por eso, está en marcha un proyecto que pretende crear un mercado del oro al estilo del Shanghai Gold Exchange, que fije el precio.
A falta de éste, muchas compañías quieren aprovechar el tirón y la creciente digitalización del país para crear aplicaciones que permiten a los clientes comprar y vender pequeñas cantidades de oro por medio de sus teléfonos móviles, y utilizarlo para hacer transacciones.