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El oro físico vencerá al oro papel

El oro subirá en 2017, como continuación de la tendencia alcista que se inició en 2000, y que se ha interrumpido durante los últimos seis meses de 2016. Así de concluyente es el análisis de John Hathaway, de Tocqueville Asset Management, en el último post de Tocqueville Gold Monitor.

Según Hathaway, los analistas se han dejado llevar por una corriente pesimista, a cuenta de la tendencia bajista del precio del oro en la segunda mitad de 2016, cuando se dejó buena parte de la subida que había registrado en la primera mitad del año. Una tendencia bajista que se agudizó especialmente a principios de diciembre, tras el inesperado triunfo de Donald Trump en las elecciones a la Presidencia de EE UU.

“La cuestión -se plantea Hathaway- es si la subida de la primera mitad de 2016 era una simple excepción en los cuatro años y medio de descenso del precio del oro desde sus máximos de 2011, o el comienzo de una nueva fase ascendente dentro del mercado alcista que comenzó en 199, durante el cual el oro subió desde menos de 300 dólares la onza a 1.900 dólares en agosto de 2011”.

El entorno bastante pesimista por parte de algunos analistas recuerda, según el articulista, a lo sucedido a finales de 2015, justo antes de que comenzara la escalada de precios durante los primeros meses de 2016: “Creemos que, a tenor del pesimismo reinante, que el próximo cambio sustancial en el precio del oro será hacia arriba. Si es así, la corrección de los precios en la segunda mitad de 2016 habrá establecido un nuevo suelo, más alto, respecto al avance que comenzó a finales de 2015, y será la continuación de la tendencia alcista que empezó en el año 2000”.

Las cifras de suministros y demanda, especialmente en Asia, son positivas. El consumo de Turquía, India, China y Rusia supera el suministro minero global desde 2013, lo que significa que se está acudiendo al oro físico depositado en las cámaras acorazadas de Occidente para atender la demanda.

Según el analista de Tocqueville, existen dos argumentos que van a reforzar la demanda de oro físico: por un lado, la aprobación, en diciembre de 216, de un nuevo reglamento para las inversiones en oro respetuosas con la Sharia, que va a permitir que el mundo islámico (un 25% de la población mundial) comience a invertir en este mercado, lo que va a ser positivo para la evolución del consumo de oro físico; por otro, la incorporación del oro como moneda para facilitar el comercio entre las naciones productoras de petróleo (Arabia Saudí, Irán y Rusia) y el mayor importador mundial de hidrocarburos (China), por medio de yuan convertible en oro a través de la Shanghai Gold Exchange (SGE).

Estas transacciones respaldadas por oro, al contrario que los contratos de oro papel, van a incrementar la migración de oro físico a propietarios asiáticos. Y es que el oro físico se ha convertido en un activo reserva que muchos inversores prefieren a los bonos del Tesoro de EE UU.

En palabras de Hathaway, “creemos que la expansión del uso del oro como moneda de cambio para transacciones internacionales va a desplazar del centro de las operaciones a instituciones que negocian con oro papel como Comex o la London Bullion Market Association (LBMA), y reducirá de forma significativa la influencia de los flujos especulativos de oro papel en la formación del precio del oro”.

Como explica el artículo, los cambios en los precios del oro a corto y medio plazo tienen más que ver con la acumulación de operaciones de inversión en oro papel, Comex o transacciones similares, que se fijan en dinero y que sólo están relacionadas de manera remota con la propiedad de oro físico.

Estas negociaciones “sintéticas” son muy volátiles y pueden ser influidas por los operadores que acaparan cerca de dos tercios del volumen de las negociaciones del Comex. El problema es que estas apuestas especulativas corren el riesgo de dar un giro de 180 grados en muy poco tiempo, como ocurrió con la victoria de Donald Trump en las elecciones.

En los cuatro días siguientes a las elecciones, unas 6.200 toneladas de oro (dos millones de contratos) cambiaron de manos, según un informe de Comex. Eso equivale nada menos que a la producción minera global de dos años, según las estadísticas del Consejo Mundial del Oro.

Semejante volumen de transacciones provocó una caída del 4,5% en el precio del oro, que transformó el sentimiento positivo hacia el oro en negativo, en apenas unas horas. Sin embargo, ni mucho menos hubo ese volumen de transacciones en oro físico. Las ventas fueron “sintéticas”, entre otras cosas porque resultaría imposible movilizar ni siquiera la décima parte de esa cantidad en oro físico en apenas unas horas.

Eso no impidió que se instalara en la opinión pública una opinión pesimista sobre que la presidencia de Trump resultaría negativa para el oro, por el incremento del déficit fiscal y de los tipos de interés, combinados con una vuelta al crecimiento de la economía y, por lo tanto, de los mercados de valores.

Hathaway concluye que el comercio de oro papel o “sintético” constituye un obstáculo en la formación de los precios del oro que, de basarse exclusivamente en la oferta y demanda de oro físico, serían más altos.

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