Con la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, desde algunos medios se comenzó a especular con la posibilidad de que la nueva administración adoptara una versión renovada del llamado “patrón oro”, abolido por Richard Nixon en 1971. Argumentaban que Trump y buena parte de su gabinete eran muy partidarios del oro. Ahora, desde la revista Forbes analizan por qué sería una buena idea volver al patrón oro.
El patrón oro fijaba el valor de las unidades monetarias en términos de su equivalencia con una cantidad concreta de este metal y sirvió durante muchos años para que el sistema monetario internacional funcionase correctamente, sin experimentar crisis como la hiperinflación que sucedió en Alemania tras la Primera Guerra Mundial.
Su adopción, como se explica en este artículo del blog de Sociedad Española de Metales Preciosos de Inversión, tuvo lugar en 1944, por medio de los Acuerdos de Bretton Woods, cuyo objetivo era reorganizar el sistema monetario internacional de posguerra y evitar la crisis de los años 20 del siglo XX, que a la postre condujo a la ascensión del Partido Nazi en Alemania.
Desde la revista Forbes, Nathan Lewis propone ahora una vuelta al patrón oro, “que tan bien funcionó durante siglos, incluyendo los 200 años de historia de los Estados Unidos hasta la ruptura de 1971, en los que el país se convirtió en el más rico en la historia del mundo”.
Como comenta Lewis, después de que, en 1971, Richard Nixon decidiera acabar con el patrón oro que había sido establecido en Bretton Woods, le preguntaron al entonces economista jefe de la Oficina de Administración y Presupuesto de los Estados Unidos, Arthur Laffer, sobre las consecuencias de la decisión del presidente. Su respuesta fue premonitoria: “ya no será tan divertido ser americano”.
A este respecto, el artículo de Forbes recuerda también una cita del escritor y Premio Nobel de Literatura irlandés, George Bernard Shaw: “hay que elegir entre confiar en la estabilidad natural del oro o en la estabilidad natural de la honradez y la inteligencia de los miembros del Gobierno. Y, con el debido respeto a estos caballeros, yo aconsejo apostar por el oro mientras siga existiendo el sistema capitalista”.
Valor estable
Como explican desde Forbes, una de las principales cualidades que tiene que tener el dinero es la estabilidad en cuanto a su valor, ya que la economía de mercado se organiza en torno a los precios, los márgenes de beneficios, las ganancias de capital y los tipos de interés. De ahí que, por ejemplo, las criptomonedas no puedan considerarse una auténtica alternativa a las divisas convencionales, debido a su enorme volatilidad.
Lo que más se aproxima a la idea de estabilidad de valor es el oro, algo que ha sido reconocido por algún presidente estadounidense como James Madison (1809-17), quien dijo que “la única garantía adecuada de la uniformidad y estabilidad del valor del papel moneda es su convertibilidad en especie [en oro], la menos fluctuante y más universal de las divisas”.
Este sistema funcionó de forma adecuada en los Estados Unidos entre 1789 y 1971, periodo en el cual se sentaron las bases para que el país se convirtiera en el más rico y próspero del mundo.
En opinión de Lewis, aunque se pudiera crear un concepto estadístico que permitiera una mayor estabilidad de valor que el oro, sería imposible que estuviera al margen de presiones políticas o que sirviera a fines políticos, como ha sucedido a lo largo de los años con magnitudes como el Índice de Precios al Consumo.
En el caso del oro, no hay dudas de que se trata de la única divisa universal, ya que, junto a la plata, es el único material sobre el que el mundo ha accedido a basar la moneda, lo que permite fijar tasas de intercambio entre países, simplificando así el comercio y la inversión.
Divisas de libre fluctuación
El artículo de Forbes explica también que, pese a que se crea lo contrario, la mayoría de los países no tienen una divisa de libre fluctuación: según el Fondo Monetario Internacional (FMI), casi la mitad de los países tiene sus divisas ancladas a alguna otra magnitud, como el dólar o el euro, es decir, tienen tasas de intercambio fijas.
Otro 25% de las divisas están estabilizadas con respecto a una de las principales divisas internacionales, que permanece como referencia, aunque se permita alguna fluctuación de los tipos de interés. Por ejemplo, la única diferencia entre el bloque del euro y el patrón oro es el valor tomado como referencia: el oro o una divisa fiat de libre fluctuación como el euro.
El problema, como apunta Lewis, es de confianza: no es posible establecer un sistema monetario basado en el euro, por la sencilla razón de que nadie confiaría en el Banco Central Europeo, que puede ser susceptible de recibir o imponer presiones políticas, a las que el oro es inmune.
“En realidad -señala el artículo de Forbes-, el mundo ya disponía de un sistema como éste. Se llamaba Acuerdos de Bretton Woods. La libra esterlina, el marco alemán, el yen japonés, el franco francés y las demás divisas mundiales estaban vinculadas nominalmente al dólar estadounidense. La razón por la que lo estaban era porque el dólar, a su vez, estaba vinculado al oro, a un precio de 35 dólares la onza. Cuando el dólar abandonó el patrón oro, en 1971, nadie estaba ya interesado en mantener esta vinculación con la divisa estadounidense, y las divisas empezaron a fluctuar, como siguen haciendo hoy en día”.
En cambio, la actuación del oro como referencia de valor estable ha sido ejemplar, incluso mejor de lo que cabría esperar racionalmente. Según Lewis, las cosas que posibilitó el patrón oro, como una estabilidad extraordinaria de los rendimientos de los bonos durante el siglo XIX, no se han vuelto a repetir con las divisas fiat.
“Las economías funcionan mejor cuando las divisas tienen un valor estable. Una vez que conocemos cuál es el objetivo, buscamos la forma de alcanzarlo- Y el mejor camino ha sido siempre basando la divisa en oro. Nadie conoce una forma mejor ni ha sido necesario buscarla, ya que el oro siempre ha funcionado muy bien”, concluye el artículo.