El pánico que ha atenazado a los inversores en todos los mercados financieros mundiales ha provocado unas ventas generalizadas de activos que han acabado perjudicando también al oro (que perdió el nivel de los 1.700 dólares la onza y bajó incluso de 1.500) y a las acciones de las compañías mineras que lo extraen. Sin embargo, los expertos aconsejan no perder de vista estos dos activos, ya que podrían repetir el patrón de la crisis de 2008 cuando, después de la liquidación generalizada, registraron tres años consecutivos con la mayor revalorización.
Como explica John Hathaway, gestor de carteras de Sprott, en el informe Sprott Gold Report, una de las grandes consecuencias de la epidemia de Covid-19 es que la caída de los mercados financieros ha provocado una pérdida generalizada de la confianza entre los inversores.
Mercados que estaban atravesando sus mejores momentos se enfrentan ahora a una más que posible recesión, un aumento del déficit fiscal y la posibilidad real de entrar en un mercado bajista cuya duración es impredecible.
Según Hathaway, las acciones de las compañías mineras de oro resultan extraordinariamente baratas, por lo que es el momento de incorporarlas a la cartera de inversión.
“En nuestra opinión, aunque la economía se recuperará del impacto causado por esta crisis sanitaria, la valoración de los activos financieros no va a volver a ser la misma de antes de la epidemia”, opina el gestor de Sprott.
Lo que sí es seguro es que, en estos momentos de incertidumbre económica, el oro va a seguir haciendo su trabajo, lo que aumentará el interés de los inversores. Es cierto que en las últimas semanas la “estampida de liquidez” causada por la caída de las bolsas se ha llevado por delante buena parte de las ganancias que el oro había acumulado en lo que llevamos de 2020.
Pero también lo es que sus cifras de revalorización frente a las de otros activos son muy llamativas: a 17 de marzo, el precio del oro había subido un 0,73% en 2020, en comparación con la pérdida del 25,17% por parte del Índice S&P 500 de la bolsa estadounidense.
En los últimos 12 meses, el precio del metal se ha revalorizado un 17,19%, frente a una pérdida del 8,54% de su valor por parte del S&P 500.
Sin embargo, en las últimas dos semanas, el metal precioso se ha dejado aproximadamente un 12%. Otros activos considerados como refugio también han experimentado esta misma caída: los rendimientos de los bonos del Tesoro estadounidense a 30 años cayeron un 30% en solo unos días.
Según Hathaway, “esto demuestra que los gestores de carteras de inversión se han apresurado a vender los activos de mayor calidad para reducir el apalancamiento, ya que los activos de baja calidad no pueden liquidarse con la misma rapidez para cubrir posiciones”.
De hecho, el ejecutivo de Sprott denuncia que ese apalancamiento ha sido el que ha hinchado la valoración de las acciones, no el crecimiento de los factores económicos o la consistencia de los beneficios (los beneficios corporativos antes de impuestos llevan declinando desde el tercer trimestre de 2014).
Esa “ilusión” del crecimiento de los beneficios que ha acabado calando en el sentimiento de los inversores se ha logrado mediante la recompra de acciones y el aumento del apalancamiento: “el crecimiento del beneficio por acción, que no es lo mismo que el crecimiento del beneficio, se ha obtenido por medio de la ingeniería financiera. Igual que los rendimientos de los activos financieros. La cantidad y distribución del apalancamiento en la economía y los mercados financieros son opacos pero podrían haber alcanzado niveles récord durante los últimos años. Por eso, la recuperación de la economía tras la recesión no tiene por qué traducirse en un aumento de los rendimientos de la inversión en activos financiero”, explica John Hathaway.
Para agravar la situación, la deuda global ha crecido en un 100% desde 2007 y a los bancos centrales les quedan muy pocas herramientas para tratar de luchar contra la deflación del crédito. Las medidas que están adoptando en los últimos tiempos se están mostrando ineficaces.
Como explican desde Sprott, el oro ha subido durante los últimos 18 meses al mismo tiempo que lo hacían las bolsas y en un situación de baja inflación, algo que no suele ocurrir.
Desde el año 2000, la revalorización del oro ha superado a las acciones y a los bonos: entre finales de 1999 y mediados de marzo de 2020, el oro ha registrado una revalorización media anual del 8,55%, frente a un 5,44% de los bonos del Tesoro estadounidense, el 4,44% de las acciones de EEUU, el 0,57% del petróleo y el -0,19% del dólar.
“Durante la deflación del crédito de la década de 1930, tanto el oro como las acciones de las compañías mineras tuvieran una buena actuación, tanto en términos relativos como absolutos. Cuando se produce una deflación del crédito y no se puede confiar en las contrapartes, el oro se presenta como el activo refugio de último recurso. En los años 30, el precio del metal subió, los costes de extraerlo se redujeron y las compañías mineras obtuvieron importantes beneficios y abonaron jugosos dividendos a sus accionistas. Creemos que esta secuencia se va a repetir a partir de ahora”, indica el informe de Sprott.
De momento, la valoración de las compañías mineras es extraordinariamente baja: se trata de una de las pocas industrias que van a reportar un importante crecimiento interanual del beneficio durante lo que resta de año y, probablemente, el que viene. “Por eso, aunque no es fácil comprar cuando el precio es bajo, ahora es el momento de hacerlo”, sentencia Hathaway.