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El osmio es el metal precioso más escaso y con mayor densidad del mundo

Símbolo del osmio en la tabla periódica

Hay más metales preciosos que los que habitualmente se engloba en esta categoría, y que suelen reducirse a cuatro: oro, plata, platino y paladio. También se consideran metales preciosos otros desconocidos del gran público como son el rodio, el iridio o el osmio.

Gracias al artículo del químico Josh Bloom, en el blog del American Council on Science and Health (ACSH), Podemos conocer un poco mejor el que quizá sea el metal precioso más raro del mundo: el osmio.

Se encuentra en la tabla periódica junto al oro, plata, platino y paladio, y se le considera tanto un metal precioso como un metal raro. De hecho, de todos ellos es el metal más escaso en la corteza terrestre. En comparación con el oxígeno, que es el elemento más presente, por cada gramo de osmio se pueden encontrar más de 307 de oxígeno.

Lógicamente, esta rareza se refleja en su precio, que ronda los 953 dólares la onza, en comparación de los 15 dólares de la plata, 1.189 del oro y 794 del platino. Sin embargo, el osmio no es el metal más caro del mundo. Ese honor le corresponde al rodio, que cotiza a más de 2.400 dólares la onza y que es el más caro de los metales que se encuentran en la naturaleza.

Éstos se distinguen de los metales sintéticos, que son creados de forma artificial en laboratorios y su existencia es de apenas unos milisegundos. De éstos, el más caro es, según explican desde ACSH, es el einstenio, que se valora en unos 950.000 dólares la onza.

Volviendo al osmio, otra de sus cualidades es que es el metal con mayor densidad: 22,6 gr/cm3, es decir, 22,6 veces más denso que el agua. Mucho más denso que el hierro (7,9 gr/cm3), el plomo (11,3), el mercurio (13,5) o el propio oro (19,5).

Su estabilidad química, resistencia y dureza hace que el osmio se utilice para fabricar contactos eléctricos, agujas de fonógrafos, plumillas y puntas de rotuladores.

Sin embargo, el osmio también esconde un peligro: combinado con cuatro átomos de oxígeno da lugar al temible tetróxido de osmio (OsO4), un compuesto altamente venenoso, sólido y volátil al tiempo. Una leve inhalación de esta sustancia puede provocar un edema pulmonar y la exposición a los vapores que emite puede dañar la córnea de modo irreparable, provocando la ceguera.

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