Icono del sitio Oroinformación

El platino de los termómetros de resistencia ayuda a investigar los agujeros negros

Símbolo del platino

Las aplicaciones del platino en los campos de la industria y la tecnología son muy numerosas. Una aplicación no muy conocida de este metal precioso es su uso como componente para la fabricación de termómetros de resistencia, unos sensores que se utilizan para medir la temperatura por medio de la variación de la resistencia eléctrica de un material y que forman parte de instrumentos de precisión usados en astronomía.

Los detectores de temperatura de Resistencia (RTD, en inglés), también llamados termómetros de resistencia, son unos sensores que se utilizan para mediar la temperatura, basándose en la correlación existente entre la conductividad eléctrica de un metal y su temperatura.

Así, conforme aumenta la temperatura de un metal, su resistencia al flujo eléctrico también aumenta.

Según explican desde el Consejo Mundial de Inversión en Platino (WPIC, por sus siglas en inglés), el platino desempeña un importante papel en la fabricación de estos sensores, gracias a su gran estabilidad a altas temperaturas y a su elevado punto de fusión (1.769º C).

Estos termómetros o RTD se utilizan en numerosas aplicaciones industriales, desde las más modestas hasta formar parte de uno de los dispositivos de medición más exactos jamás creados por el hombre: el llamado Observatorio de Interferometría Láser de Ondas Gravitatorias, más conocido por sus siglas inglesas LIGO.

Consta de dos observatorios, situados en los estados de Washington y Luisiana (en los extremos noroccidental y sudoriental de los Estados Unidos, a más de 4.500 kilómetros de distancia). Ambos tienen forma de “L” y sus brazos miden cuatro kilómetros de longitud.

Su objetivo es verificar la existencia y origen de las ondas gravitatorias, enunciadas por Albert Einstein en su Teoría de la Relatividad General.

Los interferómetros funcionan al unísono, utilizando espejos que dirigen los rayos láser en su viaje por cada uno de los brazos de las instalaciones. Los leves cambios en la distancia recorrida por cada uno de estos rayos indican la presencia de ondas gravitacionales.

En los dos interferómetros se utilizan termómetros de resistencia fabricados con platino, que se encargan de monitorizar la temperatura de los espejos, para asegurarse de que están los suficientemente calientes como para mantener una curvatura perfectamente calibrada para dirigir los rayos láser a través de cada brazo.

El observatorio, construido en el año 1994 y rediseñado en 2014, está dirigido por los Institutos Tecnológicos de California y Massachusetts.

Según Rich Abott, ingeniero del primero de ellos que lleva 25 años trabajando en el Observatorio, “el LIGO es un dispositivo de medición de una precisión extrema, capaz de detectar cambios mínimos en la longitud, que es la forma en que se manifiestan las ondas gravitacionales a su paso por la Tierra. Para hacernos una idea de la precisión que se necesita, suelo comparar el LIGO con una báscula en la que podríamos pesar la arena de todas las playas del mundo, y que es capaz de detectar si falta un solo grano”.

Durante los últimos años, el LIGO ha cosechado resonantes éxitos: en 2015 fue capaz de observar directamente las ondas gravitacionales que resultaron de la fusión de agujeros negros situados a una distancia de 1.300 millones de años luz, confirmando una de las predicciones de la Teoría de la Relatividad General de Albert Einstein y abriendo una nueva ventana al cosmos.

En 2017, el Observatorio se apuntó otro tanto con la detección de una colisión entre dos estrellas de neutrones, lo que permitió la detección simultánea de señales ópticas por medio de telescopios convencionales.

A principios de este año, LIGO y su socio europeo, Virgo, detectaron lo que se cree que es una colisión entre una estrella de neutrones y un agujero negro, un evento que jamás se había presenciado antes.

Salir de la versión móvil