El oro lleva días tratando de superar el nivel de resistencia de los 1.750 dólares. Los principales analistas creen que la semana próxima podría romper esa resistencia y subir hasta los 1.800 dólares la onza. La postura de esperar y ver adoptada por la Reserva Federal estadounidense en relación con la inflación puede ser el elemento clave.
El metal ha protagonizado un buen inicio del segundo trimestre del año, como señalan desde Kitco, con una subida de alrededor de un 1%. A la hora de escribir estas líneas, el precio spot del metal se situaba en 1.741 dólares la onza, mientras que el último precio fixing, el del cierre de la sesión de la London Bullion market Association (LBMA) del viernes, 9 de abril, fue de 1.741,200 dólares, después de haber cerrado el día anterior a 1.755 dólares la onza.
De las declaraciones realizadas durante la semana pasada por el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, se desprende que este organismo no va a hacer nada, por el momento, para controlar la creciente inflación. En todo caso, empezaría a tomar medidas respecto a los tipos de interés a partir de 2022.
Esta circunstancia podría afectar a los rendimientos de los bonos del Tesoro estadounidense a 10 años, cuya subida podría tener los días contados. Según Edward Moya, analista de OANDA, “la Fed parece estar convencida de que habrá que esperar hasta el año que viene para que se demuestre que sus previsiones sobre la inflación estaban equivocadas. De momento, los mercados están tratando de protegerse ante este riesgo de inflación”.
Este cambio de postura podría acabar beneficiando al oro a corto plazo, dependiendo de cómo sea el dato de inflación en los Estados Unidos, que se publica el 13 de abril, y que podría ser más alto de lo esperado, después del sorprendentemente alto dato del Índice de Precios del Productor (PPI) que se conoció el pasado viernes, 9 de abril.
En opinión de James Knightley, jefe de analistas internacionales de ING, “el Índice de Precios del Productor de Estados Unidos subió un 1% intermensual y dejó la tasa anual en el 4,2%, la más alta desde septiembre de 2011. Una cifra que está muy por encima del consenso del mercado, que era de en torno al 0,5% y que aumenta el riesgo de que suba también el Índice de Precios al Consumo”.
Según los analistas, un IPC estadounidense más alto de lo esperado podría desencadenar una nueva subida de los rendimientos de los bonos. Pero si el oro mantiene su nivel en torno a los 1.750 dólares la onza, aumentan las posibilidades de que pueda recuperarse el nivel de los 1.800 dólares.
Una hipotética subida del IPC de EEUU sería el catalizador que necesita el oro para volver a subir. Además, la buena noticia es que el oro ya ha registrado sus niveles mínimos durante el primer trimestre del año, por lo que una nueva subida podría volver a llevarlo nuevamente alrededor de los 2.000 dólares la onza.
Desde TD Securities apuntan otros factores favorables al oro, como el fuerte aumento de la demanda física, especialmente en China y la India, y el apoyo de los bancos centrales, con sus compras de metal.
Como factor en contra de la subida del oro está el hecho de que parte de la demanda de activos refugio por parte de los inversores está yendo hacia el bitcoin y otras criptomonedas. Según explican desde OANDA, “algunos inversores están diversificando hacia las criptomonedas, y la fiebre por ellas aún no se ha disipado. Si acaba explotando la burbuja del bitcoin, será un factor decisivo para el oro, aunque es difícil de prever. En este caso, sería realista esperar una subida del precio del metal hasta los 2.250 dólares la onza”.