El rodio también está considerado un metal precioso, aunque no se encuentre precisamente entre los primeros que vienen a la mente a la hora de pensar en metales de inversión. Sin embargo, de todos ellos es el que más se ha revalorizado en lo que llevamos de 2019, un 30%, y el que ha alcanzado un precio más alto, por encima del oro y del paladio: más de 3.000 dólares la onza.
Como explica Ken Stephens desde Market Review, no muchas personas están familiarizadas con el rodio, aunque es probable que hayan tenido contacto con él, ya que se utiliza habitualmente en el ámbito de la joyería, para revestir las joyas de plata, debido a que ésta suele perder su brillo, y garantizar así que las piezas van a mantener el lustre durante mucho tiempo.
Sin embargo, más allá de la joyería y la inversión, la mayor consumidora de rodio, al igual que sucede con el platino y el paladio, es la industria. En concreto, más del 80% de todo el rodio que se extrae de la tierra cada año se utiliza en la fabricación de catalizadores. Los catalizadores sirven para reducir las emisiones de monóxido de carbono de los motores de gasolina, convirtiéndolo en el mucho menos nocivo dióxido de carbono.
Un proceso en el que también se utilizan tanto el platino como el paladio, en especial este último. El rodio se añade para contribuir en las reacciones químicas necesarias para llevar a cabo esta reducción de emisiones contaminantes.
Además de en la industria automovilística, el rodio también es un elemento muy utilizado en el sector de la electrónica, por lo que la parte de metal que se destina a la inversión es tan reducida que apenas tiene efecto sobre la demanda o la formación del precio del metal.
De hecho, como explican desde Market Review, el rodio no cuenta con un mercado de futuros como el que existe para el oro, la plata, el platino y el paladio. Incluso en el caso de los metales con un fuerte componente industrial como estos tres últimos, la actividad del mercado de futuros introduce variables como la especulación y añade volatilidad al precio de un activo.
Como los productores y consumidores de rodio son ajenos a la especulación, el metal no está sujeto a una gran volatilidad y es relativamente estable. Ello no quiere decir que no se registre cierta volatilidad en algunos momentos, pero es una medida mucho menor que en el caso de otros metales preciosos.
La evolución de su precio en los últimos cinco años muestra una caída gradual durante los tres primeros y una subida también gradual, aunque más acusada en los dos últimos, que se ha hecho más aguda desde principios de 2019.
Este comportamiento del metal resulta muy positivo para quienes estén interesados en invertir en él, especialmente si se compara con otros metales preciosos, cuyas oscilaciones son objeto de desconfianza.
Para quienes no son inversores profesionales, invertir en un metal como el rodio resulta especialmente sencillo, lo que, sin duda, constituye un plus.
Como señala Stephens, “esto se debe a que la demanda procede de la industria y no de los inversores y traders que elevan y hunden los precios basándose en factores externos a la demanda industrial del metal. El mercado de futuros también actúa de esta manera hasta cierto punto; pero en el caso del rodio, el mercado no se ve afectado y dado que la demanda industrial se mantiene bastante estable, resulta más fácil que los inversores se mantengan y no huyan cuando se produzcan movimientos temporales en contra de sus intereses”.
Cuando el precio del rodio estaba por debajo de los 1.000 dólares la onza, la industria automovilística estaba muy interesada en él para la fabricación de dispositivos de control de emisiones contaminantes. Aquél fue un buen momento para invertir y quienes lo hicieron han visto su confianza recompensada con impresionantes beneficios desde entonces.
Un suministro muy reducido
La producción anual de rodio es muy escasa y depende, además, de otros metales como el níquel o el platino, de cuya explotación se obtiene rodio como subproducto. Por tanto, la producción de rodio evoluciona en función de la minería de esos otros metales y resulta completamente independiente de la demanda.
Un aumento de ésta por parte de la industria se traduce directamente en un incremento de los precios, a diferencia de los que ocurre con otros metales preciosos como el oro, en los que un aumento del precio puede estimular la producción en explotaciones que antes de ese incremento no eran económicamente rentables.
Además, la enorme proporción de rodio que se destina a usos industriales provoca que la cantidad de metal que queda disponible para la inversión sea muy escasa. Aun así, existen empresas que comercializan rodio de inversión y existe un mercado retail como el de otros metales preciosos.
Existe una cierta diferencia entre los precios de compra y de venta de rodio, aunque ligeramente superior a la que existe en el caso del paladio y que actualmente roza el 10%, una cantidad que desde Market Review califican de “razonable”.
“Esto significa que el precio debe subir un 10% para que el inversor alcance su nivel de rentabilidad. Pero el potencial puede ser mucho mayor si el inversor compró rodio en 2017, a menos de 1.000 dólares la onza o en 2018, a menos de 2.000 dólares”, señala Stephens.
Liquidez
Una de las críticas que suele hacerse a la inversión en rodio es que el metal tiene una liquidez muy escasa. Desde Market Review aseguran que “ésta no es en realidad una crítica válida a la inversión en metal físico, como tampoco lo es en el caso de otros metales preciosos. Todos ellos son ilíquidos en la medida en que no puedes salirte de la inversión de buenas a primeras a un coste relativamente bajo, como se hace con los ETF. En cualquier caso, siempre puedes revenderlo sin problemas al comerciante, así que existe liquidez suficiente para los inversores en oro físico”.
Por otro lado, en el artículo de Ken Stephens se aconseja, muy razonablemente, tener paciencia con la inversión: “como sucede con todas las inversiones, no se puede entrar así como así, solo porque un activo esté subiendo, sin valorar qué movimientos posteriores pueden producirse durante el horizonte de nuestra inversión. Los metales preciosos no se comportan como otros valores, así que se requiere una cierta paciencia y visión a largo plazo de la inversión, de un año como mínimo”.