El pasado martes, 2 de enero, el paladio alcanzaba su precio máximo de los últimos 16 años, con 1.094,51 dólares la onza, apenas a un 1,5% de romper su récord histórico, registrado en 2001 con 1.110,50 dólares la onza. En los últimos dos años, el metal ha duplicado su precio.
Como recuerda desde Bloomberg el experto en commodities David Fickling, en 2009 el paladio valía la quinta parte que el platino. Las cosas han cambiado mucho desde entonces: en septiembre pasado, el paladio superaba el precio del platino y, con el paso de las semanas, la diferencia entre ambos se ha ido ampliando hasta superar los 150 dólares la onza.
Fickling considera que uno de los principales factores que han conducido a este vuelco entre platino y paladio fue el llamado dieselgate, el escándalo causado por la manipulación del software de control de emisiones de Volkswagen, que ha conducido a un movimiento en diversas ciudades europeas para reducir las emisiones de los motores diésel.
Esto ha provocado que el paladio comience a tomar protagonismo, en detrimento de su hermano. Desde la década de los 60 del pasado siglo, se ha considerado al paladio como una alternativa útil, aunque exótica, al platino. De hecho, se extraía en las mismas minas que éste, en Sudáfrica, Rusia y Norteamérica, pero se usaba principalmente en joyería, para fabricar piezas tan ostentosas como la alianza de matrimonio de Marilyn Monroe.
A partir de los años 70 comenzaron a instalarse catalizadores en los escapes de los automóviles, para transformar las nocivas emisiones de nitrógeno e hidrocarburos en gases menos contaminantes para la atmósfera. La capacidad de ambos metales de actuar como catalizadores de las reacciones químicas les hizo adquirir cada vez más valor.
Sin embargo, las diferencias entre ambos eran aún significativas: aunque por su precio, el paladio se asimila con los metales preciosos, su uso en joyería e inversión es mucho más reducido que el del oro, plata o platino, por lo que se asemeja más a otros metales de uso industrial como el cobre, el níquel o el cinc.
Según los datos de Johnson Matthey, la mayor refinería mundial de metales del grupo del platino, la fabricación de catalizadores acaparó el 81% del consumo global de paladio en 2017, mientras que el resto, casi por completo, se dedicó a otras industrias. En cambio, el 40% de la demanda de platino se dedicó a la inversión y joyería.
Otra diferencia radica en que el paladio se utiliza en la fabricación de catalizadores para los motores de gasolina, mientras que el platino es más adecuado para los motores diésel. Esto implica que el cambio en las preferencias de los automovilistas en cuanto a los motores ha influido en la demanda y el precio de ambos metales.
En la actualidad, las preferencias se alejan cada vez más de los motores diésel: París y Londres, entre otras ciudades, han aprobado diversas normas restrictivas para la circulación de vehículos con este tipo de motores.
Ello ha supuesto que, en 2017, por primera vez desde 2009, se hayan vendido más vehículos de gasolina que diésel. En España y Francia, por ejemplo, países en los que la cuota de mercado del diésel en el transporte de pasajeros superaba el 70% en 2011, ahora es inferior al 50%.
Curiosamente, la última vez que el precio del platino fue inferior al del paladio, a finales de la década de los 90, la situación del mercado era completamente diferente, ya que se vivía el boom de los motores diésel en Europa. Y no parece que ahora vaya a suceder lo mismo.
En cualquier caso, la situación actual del mercado del automóvil constituye una importante amenaza para el platino, que puede verse suavizada si el crecimiento de los vehículos eléctricos resta cuota a los de gasolina o si los fabricantes comienzan a sustituir el paladio pro platino en los catalizadores de los motores de gasolina.