El sector minero del oro es uno de los más fragmentados y, por tanto, de los que más se beneficiarían de un proceso de consolidación entre sus empresas. En el punto de mira se encuentran las numerosas compañías mineras que cuentan con un solo activo y que son susceptibles de ser absorbidas por otras más grandes.
Según un artículo del analista Joe Foster, recogido por Mining.com, la fragmentación de la industria minera del oro es uno de sus principales problemas.
Un estudio de la compañía de inversiones canadiense Pollit & Co estima que alrededor del 50% de la producción global de mineral de hierro y cobre procede de apenas cuatro y 10 compañías, respectivamente. En cambio, en el sector del oro, el 45% de la producción total se reparte entre nada menos que 25 empresas.
Ello provoca efectos como que, según otro análisis de Resource Capital Funds, los 107 proyectos mineros que han pasado del estudio de viabilidad a la fase de construcción, han rebasado sus presupuestos iniciales en un 38% de media, debido a defectos en la planificación e ingeniería que podrían haberse evitado con mayor talento y experiencia.
El mayor potencial de sinergias y de creación de valor se encuentra en la elevada cifra de compañías de un solo activo. Históricamente, estas compañías son los principales objetivos de operaciones de fusión o adquisición por parte de las mineras más grandes.
Sin embargo, muchas de estas pequeñas compañías se han mostrado reticentes a formar parte de estas operaciones, por una serie de motivos: los inversores desconfían de los precios, porque en el pasado muchas operaciones estuvieron sobrevaloradas; es difícil conocer los riesgos que puede tener la compañía adquirida; en ocasiones estas operaciones terminan con un arbitraje que dura meses y paraliza las operaciones…
Esta falta de operaciones de concentración en el sector ha provocado una sobreabundancia de compañías con un solo activo. Una forma eficiente de desbloquear el valor latente de estas mineras sería por medio de una fusión de iguales. Los beneficios de crear una compañía más grande con varias propiedades son numerosas: acumulación de talento técnico; diversificación del riesgo geopolítico; obtención de mejores precios en materiales y equipamiento; reducción de costes generales y administrativos; acceso a capital más barato; posibilidad de atraer a grandes inversores institucionales; y mayores oportunidades de creación de valor.
Las razones por las que esta concentración de compañías de un solo activo no se ha producido todavía son también numerosas. Según Foster, en su mayoría se debe a la falta de visión en los ejecutivos y accionistas, así como al instinto de protección de sus puestos por parte de los directivos.