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La increíble historia del gallo de oro “detenido”

El Gobierno de EEUU requisó en 1960 un gallo de oro de 18 quilates, de casi 6,5 kilos de peso, en el famoso Nugget Casino de Nevada, por violar la llamada Gold Reserve Act de 1934, que prohibía la posesión de oro por parte de los ciudadanos particulares.

La historia de la detención -en julio de 1960- y juicio al famoso gallo, mascota del Nugget Casino de Nevada, forma parte del libro “One Nation Under Gold”, publicado por James Ledbetter, antiguo editor de Opinión de Reuters y CNN Money.

El protagonista de esta divertida historia, relatada por Ledbetter, es un gallo hecho de oro de 18 quilates, de 14 libras de peso (unos 6,5 kilos) y 9,5 pulgadas (25 cm) de altura, cuyo “corral” era una urna de vidrio situada en el Nugget Casino de Sparks (Nevada). Era el reclamo de uno de los restaurantes del casino, llamado “The Golden Rooster Room” (“La Sala del Gallo de Oro”), especializado en pollo frito.

¿Qué pasó para que este reclamo de oro fuera confiscado por el Gobierno de Estados Unidos y sometido a juicio, el conocido como “Caso del Departamento del Tesoro de Estados Unidos contra un objeto sólido de oro con forma de gallo”?

Se trata del más extremo ejemplo del pavor que el Gobierno estadounidense tenía a quedarse sin oro. Hay que remontarse al año 1933, cuando comenzó a elaborarse la ley que, aprobada en 1934 y firmada por el entonces presidente Franklin Delano Roosevelt, se conocería como Gold Reserve Act.

Esta ley obligaba a todos los ciudadanos estadounidenses a vender el oro que poseyeran al Departamento del Tesoro, por un precio fijado. Solo se salvaban de esta “expropiación” las joyas y los dientes de oro.

La medida tenía como objetivo incrementar las reservas de oro de Estados Unidos, de forma que respaldaran todos los títulos y dólares emitidos por el Gobierno. Recordemos que en ese momento aún estaba vigente el llamado patrón oro, lo que obligaba al Departamento del Tesoro estadounidense a entregar el oro equivalente al dinero o los títulos que poseyera el ciudadano que así lo solicitara.

Esta conversión en oro se complicó a partir de la década de los 50 del pasado siglo. Aunque los Estados Unidos acumulaban más oro que cualquier oro país, no era suficiente. Durante el primer mandato del presidente Eisenhower, las reservas de oro se elevaban a entre 20 y 22.000 millones de dólares.

El crecimiento económico de la posguerra propició que Estados Unidos importase cada vez más bienes y servicios, por lo que los países y compañías extranjeras cada vez acumulaban más dólares y títulos estadounidenses, susceptibles de ser convertidos en oro en cualquier momento. Así que el Departamento del Tesoro tenía que acumular oro suficiente para hacer frente a esa posible conversión.

Estas conversiones se elevaron desde los 8.000 millones de dólares en 1949 a 12.700 millones a finales de 1953 y 16.500 millones en 1956. La ley federal exigía que la mitad de las reservas de oro se destinasen a respaldar el dólar, lo que significaba que, si todos los poseedores de títulos o dólares en el extranjero solicitaban su canje por oro al mismo tiempo, Estados Unidos no sería capaz de hacer frente a ese cambio, lo que sería un cataclismo económico.

Un gallo polémico

La idea de esculpir un gallo de oro para anunciar el nuevo restaurante del Nugget Casino fue de Richard L. Graves, un empresario de Nevada al que encantaban los golpes publicitarios, y que quería atraer al público que circulaba por la Autopista 40 al casino.

Graves se puso en contacto con Newman’s Silver Shop, un joyero de Reno (Nevada), que creó un modelo en madera con el que Graves se presentó en la United States Mint, la Casa de la Moneda de los Estados Unidos, en Washington DC. Pero la US Mint rechazó el proyecto porque la ley prohibía la posesión de semejante cantidad de oro, y porque entendía que no eran de aplicación las excepciones de la ley para productos de artesanía en los que la manufactura aportara valor a la pieza, más allá del valor del propio metal.

El único argumento al que podía acogerse Graves era que la pieza fuera considerada una obra de arte, así que contactó con un artista local, Frank Polk, cuyas obras más notables eran unas máquinas tragaperras con forma de bandidos armados. Polk realizó un diseño, por el que apenas cobró 50 dólares. El avispado empresario había “olvidado” decirle que el material del que se haría la estatua sería oro.

Con el modelo, Graves acudió a un joyero de San Francisco, Shreve & Company, con licencia para fundir hasta 300 onzas de oro. El joyero solicitó y obtuvo permiso de la San Francisco Mint para fundir el polémico gallo, que se instaló en el Nugget Casino en mayo de 1958.

Comienza la caza del gallo

Antes de que terminara el año, el Servicio Secreto ya le había hecho saber a Richard L. Graves que su gallo vulneraba la Gold Reserve Act de 1934. Ese mismo día le citaron para una reunión en la Oficina del Fiscal y le aconsejaron que se buscara un abogado.

Graves eligió a Paul Laxalt, un joven abogado y activista republicano, con importantes contactos en Carson City, que aspiraba a convertirse en vicegobernador de Nevada. Graves y su abogado explicaron al fiscal que el joyero de San Francisco había obtenido permiso para fundir el gallo y que consideraban el caso cerrado.

Año y medio más tarde, en 1960, cuando las autoridades no solo estaban preocupadas por sus reservas de oro, sino que estaban enfrentadas a la industria del juego de Nevada, el Gobierno emitió una orden de detención contra el gallo de oro. En julio de ese año, tres agentes de Policía armados entraron en el Nugget Casino y confiscaron el gallo, en una acción que el abogado de Graves calificó como “un colosal error judicial”.

Tras su “arresto”, el gallo fue encerrado en una cámara acorazada en California. Aunque Laxalt solicitó su libertad bajo fianza, pero le fue denegada: el gallo permanecería encerrado hasta el juicio.

Graves, por su parte, no perdió ocasión de aprovechar la publicidad que el caso le confería y sustituyó el gallo de oro por uno de bronce con el uniforme a rayas de los presos.

En los tribunales

El juicio con jurado no se celebró hasta 1962, dos años más tarde. Si ganaba la tesis del Gobierno, el gallo sería condenado a muerte y fundido para hacer lingotes, que irían a parar a las cámaras acorazadas del Gobierno.

Durante el juicio, los testimonios se centraron en dilucidar si el gallo podía ser considerado como una obra de arte. Técnicamente, el Gobierno admitía que era una pieza artística, pero sostenía que se utilizaba con fines publicitarios, por lo que se trataba principalmente de un instrumento comercial.

Varios críticos de arte desfilaron por la sala, alguno de los cuales calificó la pieza como “exquisita”. Mientras, el fiscal, Thomas Wilson discutía con el juez sobre si era más habitual que las esculturas fueran macizas o huecas. Wilson sostenía también que el gallo constituía una amenaza para la economía norteamericana e, incluso, para la ley y el orden. Acusaba a Graves de haber rodeado la prohibición de fabricar la estatua, tras el rechazo inicial de la US Mint, lo que, a su juicio, “se burlaba de la ley y de las medidas del Gobierno para resolver el problema del oro y preservar el patrón monetario”.

Sus argumentos eran casi apocalípticos: “si queremos que nuestra moneda tenga estabilidad, nuestras reservas de oro tienen que ascender al 25% de la cantidad de dinero en circulación. Pero si a una de cada 180 personas se les autoriza fabricar un objeto de oro como éste, las reservas caerán por debajo del 25% y el resultado será el caos económico. Parece broma, pero es real.

Por su parte, el abogado defensor, Laxalt, recurrió en su alegato a la leyenda de David y Goliath, y sostuvo que el gallo era un objeto artístico creado con un material de considerable valor, pero que, aun así, su principal valor era simbólico: “es gratificante saber que cualquier ciudadano, sea grande, pequeño, importante o no, todavía tiene derecho, bajo el amparo de nuestra Constitución y nuestras leyes, a discrepar de lo que dice un funcionario del Gobierno.

Laxalt tuvo la habilidad de elevar el debate a si los ciudadanos de Nevada tenían derecho a poseer y trabajar el oro, y que fuera un jurado local el que decidiera si era así, y no un grupo de funcionarios de Washington que desconocen las costumbres de la población local. “Sería terrible ver cómo se confisca este gallo, se funde y se almacena en Fort Knox”, concluyó su alegato.

El jurado deliberó durante toda la tarde y parte de la noche. Al día siguiente, presentaron un veredicto unánime a favor del gallo. Siete meses después, Laxalt, el abogado defensor, fue elegido vicegobernador de Nevada. Más tarde sería gobernador y senador. Y el oro seguiría formando parte de su conciencia política.

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