Los próximos 30 años pueden presenciar cambios radicales en la forma en que las compañías mineras extraen el oro, como el fin de las explotaciones a cielo abierto, del uso de productos químicos contaminantes como el cianuro o la generalización del uso de las energías limpias.
Según explica la responsable de Innovación de Barrick Gold Corporation, Michelle Ash, en el informe “Gold 2048”, publicado recientemente por el Consejo Mundial del Oro, la industria minera está al borde de una serie de cambios excepcionales, debido a la presión combinada de una serie de factores como la reclamación de mayores royalties por parte de los gobiernos; la creciente preocupación por el impacto medioambiental de las explotaciones, y el avance de las nuevas tecnologías.
Unas presiones que van a provocar importantes cambios en la operativa de las compañías mineras durante las próximas décadas. Uno de los primeros, según Ash, será la progresiva desaparición de las explotaciones a cielo abierto, cada vez peor consideradas por las comunidades locales y los gobiernos.
Este tipo de explotaciones se contempla con especial recelo en los países en vías de desarrollo, en los que se practica la agricultura de subsistencia y se contempla con desagrado la ingente cantidad de tierra ocupada por estas minas.
Otro aspecto que va a requerir modificaciones es la gestión de los residuos, en especial de los residuos líquidos, responsables de numerosos ejemplos de contaminación medioambiental.
Esta preocupación va a propiciar la progresiva sustitución del uso de líquidos para aislar el metal por métodos en seco, más seguros desde el punto de vista ecológico. Con la progresiva transformación de las explotaciones a cielo abierto en subterráneas, tenderán a desaparecer los procedimientos que implican el uso de líquidos.
Por otro lado, la aplicación de nuevas tecnologías que permitan automatizar los procesos originará un nuevo formato de minas subterráneas, con túneles más pequeños y sin a penas personal humano bajo tierra.
Adiós al cianuro y los explosivos
Desde el punto de vista de los procedimientos, el informe del Consejo Mundial del Oro apunta hacia el final del uso de productos químicos como el cianuro o el nitrato de amonio en los procesos de extracción del mineral.
A pesar de que el uso de estas sustancias está estrictamente regulado por el Código de Gestión de Cianuro, lo cierto es que siempre ha constituido una fuente de preocupación para todos los agentes de la industria, que están de acuerdo en eliminar posibles riesgos.
Otra de las preocupaciones generadas en torno a esta industria, derivada del uso de explosivos, también parece tener los días contados. Como explica Michelle Ash, el uso de explosivos en las minas subterráneas va a ser sustituido por maquinaria que va a realizar una labor de corte continuo de las rocas, por medios mecánicos.
El resultado será que se obtendrán fragmentos mucho más pequeños, que requerirán maquinaria trituradora mucho más reducida, que podrá procesar el mineral en las mismas galerías, lo que permitirá que a la superficie llegue un producto mucho más concentrado.
Minería submarina
Otra de las tendencias de futuro de la minería de oro será la minería submarina. Como señala el informe, “dado que las dos terceras partes de la superficie terrestre están cubiertas por los océanos y que, probablemente, el oro está distribuido de forma uniforme por todo el planeta, es probable, estadísticamente, que una parte importante de oro se encuentre bajo el océano”.
La minería de oro submarina plantea importantes retos desde el punto de vista tecnológico, como el de la exploración y recogida de muestras para determinar el lugar de los yacimientos más importantes.
Después, el establecimiento de la mina submarina también plantea importantes desafíos, como la excavación de túneles, desalojo del agua y creación de depósitos de aire, que permitan la instalación de minas subterráneas iguales a las que se establecen en tierra firme.
Una posibilidad que, en opinión de Ash, no se plantea tan remota: “la tecnología tendrá que avanzar, pero se trata de un escenario posible cuando contemplamos el futuro de la minería de oro”. De hecho, el informe cita un ejemplo de una mina submarina que ya está en funcionamiento en China. Una explotación que se encuentra a 700 metros por debajo del lecho marino que, a su vez, está cubierto por más de 200 metros de océano.
Desde el punto de vista tecnológico, la explotación minera submarina plantea menos problemas que la llamada minería aluvial, que consiste en extraer el oro arrastrado por la corriente de los ríos y que se acumula en la desembocadura o delta, lo que puede perjudicar la fauna, flora o actividades de la zona.
Automatización
Independientemente del lugar donde se realicen las explotaciones, la automatización de las tareas peligrosas, repetitivas o las que requieran complicados cálculos, va a ser la norma general de la minería del futuro.
El personal humano asumirá otros roles de tipos creativo, de desarrollo, estratégico y táctico, así como de gestión y mantenimiento de la maquinaria robotizada. Esta mayor automatización de las tareas va a plantear inevitablemente la cuestión energética. El objetivo es sustituir progresivamente el uso de combustibles fósiles por energías renovables o de baterías.
El perfeccionamiento progresivo de éstas durante los próximos años, hasta que sean explotables comercialmente, es un paso que la industria tiene que dar, apoyada por los gobiernos.
Propiedad y distribución de los beneficios
Por último, el informe apunta también una serie de cambios que van a tener lugar desde el punto de vista de la propiedad y el reparto de beneficios.
Como señala la responsable de Innovación de Barrick Gold, los gobiernos centrales ostentan la propiedad de entre el 5y el 10% de las minas situadas en sus territorios y reciben royalties de las compañías mineras en cuanto las minas entran en fase de producción.
En los últimos tiempos, los gobiernos están presionando para incrementar su participación en las empresas. Así ha sucedido recientemente en países como Mongolia, Guinea y Tanzania, y todo apunta a que esta tendencia se va a mantener.
Respecto a la distribución del beneficio, el debate se centra en encontrar la mejor fórmula para distribuir la riqueza, de manera que las comunidades locales se beneficien de forma sostenible de la apertura de minas en sus territorios.
La participación de estas comunidades en el empleo requerido por las nuevas explotaciones se va a complicar más, ya que los avances tecnológicos van a reducir la contratación de mano de obra no especializada.
El informe sugiere aprovechar el tiempo que transcurre entre que se descubre un yacimiento y se comienza a explotar comercialmente, y que suele ser de unos 10 años, para introducir cambios en las comunidades, destinados a fomentar su conectividad, educación y progreso económico.
“La minería de oro va a experimentar cambios significativos durante los próximos 30 años, impulsados por las necesidades medioambientales, sociales y gubernamentales, así como por los cambios tecnológicos”, concluye el informe.