La confianza de los comerciantes chinos de los siglos XVII y XIX en las monedas de plata acuñadas en el Virreinato de Nueva España (que más adelante sería México) fue tal que la moneda española se convirtió prácticamente en medio de pago oficial para las transacciones comerciales en el Lejano Oriente.
Según explica Stuart Heaver en el diario South China Morning Post, el Imperio Español ejerció una importante influencia en Oriente durante los siglos XVIII y XIX, gracias a la moneda de plata que acuñaba con el metal extraído de las minas de los Virreinatos de Nueva España (más tarde, México), Perú, Nueva Granada (actuales Colombia, Ecuador, Panamá, Costa Rica y Venezuela) y Virreinato del Río de la Plata (actuales Argentina, Paraguay, Uruguay y Bolivia).
El artículo cita un libro recientemente publicado por Peter Gordon y Juan José Morales, “El camino de la plata”, en el que se explica la influencia de las rutas transpacíficas que partían de la América Hispana en dirección a las posesiones españolas en Filipinas.
El hecho es que la plata ya se utilizaba en China como medio de pago desde hace alrededor de 5.000 años. Precisamente, los chinos fueron los inventores del papel moneda, que circulaba en la China gobernada por Kublai Khan en el siglo XIII.
Una innovación que atrajo la atención de Marco Polo, pero que fue un arma de doble filo, ya que el exceso de papel moneda provocó la que probablemente fuera la primera hiperinflación de la historia de la Humanidad.
El caso es que la plata seguía utilizándose como medio de pago en las transacciones comerciales. Para las operaciones de menor cuantía de la vida diaria, el cobre era el metal más usado, Pero cuando se trataba de operaciones de cierta envergadura, como las derivadas del comercio internacional, los impuestos o las transacciones al por mayor, el medio de pago era la plata, medida en taels (aproximadamente 40 gramos) y sycee (lingotes con forma de barco, de precio variable en función de la pureza de la plata, el tamaño y la cantidad de detalles que el artesano incorporaba).
El problema es que la plata era un mineral muy escaso en China. La mayor parte entraba en el país fruto del comercio marítimo internacional, sobre todo con Inglaterra y Países Bajos, de seda y té, dos de los productos más exportados por la China de la dinastía Ming.
Buena parte de esa plata llegaba desde los territorios españolas en América, entre los que se incluían zonas muy ricas en plata, como las minas de Zacatecas en el actual México, las de Potosí en el ahora Perú y las minas de Mendoza, situadas en Argentina o las de Santa Fé de Bogotá, en la actual Colombia. Según Peter Gordon, uno de los autores de “El camino de la plata”, la América hispana era la mayor productora mundial de plata, y al menos un tercio de esa plata acabó en China.
En el libro se explica cómo el llamado real de a 8, peso fuerte, peso duro o dólar español, una moneda de plata de 8 reales, acuñada por la Monarquía Española a partir de 1497, se convirtió prácticamente en la moneda habitual de comercio en Extremo Oriente.
Las monedas viajaban desde el puerto de Acapulco, en Nueva España (México) en los galeones españoles que hacían el trayecto hacia Manila, ya que Filipinas formaba parte de la Corona española. Y en su mayoría acababan en China, que era la potencia comercial más importante del continente asiático en aquel momento.
El aprecio de los chinos por la plata llegaba a tal extremo que, en 1628, el entonces gobernador de Filipinas, Juan Niño de Tabora, escribía al Rey de España Felipe IV sobre ellos en estos términos: “su dios es la plata y su religión es las diversas formas de conseguirla”.
Mediante el comercio, China adquirió la plata suficiente que le permitió comenzar a utilizarla como moneda propia, lo que fue el catalizador del desarrollo de la economía global. Sin embargo, los comerciantes no utilizaban al principio los reales o dólares españoles de plata tal cual, sino que los fundían en forma de lingotes sycee.
Solo más tarde empezaron a fundirlos en forma de monedas que podían cortarse en piezas más pequeñas, para ajustarlas al coste de los objetos que querían comprarse.
Los comerciantes chinos comenzaron a darse cuenta entonces de que el real o dólar español tenía un valor intrínseco basado en la pureza y el peso de la plata que contenía, y eso constituía una garantía que no podían desaprovechar. Así que la moneda se convirtió de facto en la divisa oficial para el comercio en el Sudeste asiático y, de paso, en la moneda más utilizada en la historia de la Humanidad.
Eso sí, previamente resellaban los anversos y reversos de los reales de a 8 con las efigies de Felipe IV, Felipe V, Carlos III, Carlos IV o Fernando VII, según iban sustituyéndose los reinados en España. Dichos resellos se denominaban chops y correspondían a las marcas mercantiles de identificación de las diferentes familias de comerciantes chinos que utilizaban esas monedas.
El término alemán “thaler” con que se designaban estas monedas derivó en “dólar”, nombre con el que fueron conocidas en muchos lugares, aunque en el Imperio Español seguían llamándose reales o piezas de a 8.
La competencia de Hong Kong
La proliferación de esta moneda como medio de pago en el Sudeste asiático constituía un problema para Hong Kong, que formaba parte del Imperio Británico. En 1842, el entonces gobernador de Hong Kong, Sir Henry Pottinger, reconoció el “dólar de plata” como el medio de pago oficial para todas las transacciones gubernamentales y mercantiles, algo que no sentó nada bien en Inglaterra.
Los intentos de introducir una moneda propia en la colonia fracasaron rotundamente, ya que los comerciantes necesitaban una moneda que fuese comúnmente aceptada y en la que confiasen los comerciantes chinos.
De hecho, la ceca que se construyó en Hong Kong en 1866 para acuñar unas monedas similares al real español se vio obligada a cerrar en 1868, porque los comerciantes chinos las rechazaron y prefirieron seguir confiando en la moneda de plata española que habían utilizado desde 1570.
Hubo otros intentos de crear versiones del real de plata español: hacia 1900 circulaban hasta nueve tipos diferentes de estas monedas, entre las que se encontraban el dólar americano (usado en Hong Kong, Singapur y Malaysia); el yen de plata japonés (acuñado con la maquinaria comprada tras el cierre de la ceca de Hong Kong); tres tipos de dólares acuñados en China; la piastra francesa de Indochina o dólar de Saigón…
La mayoría de las divisas actuales de los países del Sudeste asiático tienen su origen en la moneda española: en Hong Kong y Singapur aún conservan el nombre de dólar; el yuan chino o el ringgit malayo también se derivan de los reales de a 8.
Según los cálculos de los expertos, en 1911, año de la fundación de la República China, había entre 400 y 500 millones de estas monedas en circulación o acumuladas en el territorio chino.
En Hong Kong continuaron aceptándose como medio de pago hasta 1935, año en que la colonia abandonó el patrón plata.