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La primera moneda del mundo nació hace veintiocho siglos y era de oro y plata

En lo que se conocía como Asia Menor, en el reino de Lidia, actual Turquía, nació en el siglo VII a.C. la primera moneda del mundo, una aleación natural de oro y plata conocida como electrum. Su valor nominal era de un tercio de estatera y su peso 4,75 gramos. Desde entonces, los metales preciosos dominaron hasta 1933 las acuñaciones monetarias, ya fueran en oro o en plata.

Los historiadores e investigadores numismático fijan el antiguo reino de Lidia como la zona geográfica donde se acuñó la primera moneda del mundo, fabricada en una amalgama natural de oro y plata denominada electrum, que contaba con un valor de un tercio de estatera, medida griega adoptada por el resto de reinos y naciones durante varios siglos, hasta la llegada del denario romano.

Situada al oeste de la península de Anatolia, en lo que hoy son las provincias turcasde Izmir y Manisa, Lidia fue reino e imperio, desde la caída del Hitita hasta su conquista por los persas.

Las leyendas y la mitología cuentan que Lidia contaba con el aprecio del Olimpo, de tal manera que agasajaron a sus moradores con un río, el Pactolo, del que brotaba oro. Otro mito sostenía que en sus aguas se bañó el rey Midas, quien convertía en oro todo lo que tocaba, llenándose sus riberas del metal precioso. De ahí que el metal depositado en las orillas sirviera como base para crear el primer sistema monetario del mundo.

De tal manera que, desde las costas de los mares Mediterráneo, Egeo y Negro, surgió una nueva “civilización” que marcaría el futuro de la humanidad: la moneda como medio de transacción económica, pago de servicios, objeto de riqueza y producto de atesoramiento.

El electrum o electro, compuesto por los metales preciosos oro y plata, se podía encontrar en abundancia en las minas del monte Tmolo de Lidia y, sobre todo en los depósitos aluviales en el río Pactolo, que mantuvo durante mucho tiempo la gran reputación de ser rico en sus contenidos minerales.

Gracias a los museos arqueológico, numismáticos y a algunas colecciones privadas podemos contemplar hoy en día esa primera moneda de oro y plata. Tiene forma de almendra y un peso aproximado de 4,75 gramos.

Los historiadores están algo divididos sobre la datación en la que moneda apareció por primera vez. Por un lado se encuentran la mayoría de los numismáticos que apoyan la teoría de que fue el rey Giges (¿-644 a.C.) el impulsor de las acuñaciones de las estateras de electrum. Giges fue el primer rey de Lidia y fundador de la dinastía de Mermnada cuyo reinado duró aproximadamente desde el año 680 a.C. hasta el 644 a. C.

Por otra parte, existe otra versión según la cual fue bajo el reinado del rey Aliates (610 a.C.-561 a.C.), cuarta generación de los Mermnada, cuando según fuentes historiográficas apareció en Lidia una nueva forma de dinero.

La superficie de un yunque fue sustituida por un dado con un diseño de grabado calcográfico. Con un martillo y un punzón de metal se presionaba hacia abajo tan bien que el diseño apareció en relieve: era una cabeza de león. El propio golpe dejó una profunda huella en el reverso de la moneda. Fue una muesca cuadrada o rectangular, generalmente dividido en cuatro compartimentos, cada uno con un patrón como un punto focal.

El color de la moneda varía del amarillo pálido al brillante, dependiendo de cuales sean las proporciones de oro y plata que contenían las monedas de electrum.

Antes de ser golpeado el cospel, las piezas de metal se ajustaron a un peso estándar. La moneda más grande pesaba alrededor de 10.90 gramos, y fueron llamadas estateras, que significa el equilibrio o el valor estándar. Las fracciones de estateras se usaba también con varios pesos y valores. En las piezas correspondientes a una tercera parte de una estatera sólo aparece la cabeza de un león, con un peso de 4,75 gr.; mientras que en las monedas más pequeñas sólo se muestra el pie.

¿Por qué un león en el anverso de la estatera de electrum?, se preguntará más de un lector. Es muy sencillo, el león ha sido siempre el símbolo de la autoridad real. Además, en este caso, servía como garantía de que el peso de las monedas era el correcto, para acabar con la necesidad de llevar a cabo controles tediosos y lentos cada vez que cambiaba de manos una pieza a través de una transacción comercial.

Poco tiempo después, los mandatarios de la época, bajo el reinado del rey Creso de Lidia (561 a.C.-546 a.C.), decidieron que las monedas fueran acuñadas exclusivamente en oro. Pero eso es otra historia que veremos próximamente.

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