Las minas de oro generaron en 2019 aproximadamente una tonelada de dióxido de carbono (CO2) por cada onza de metal producida. La contaminación registrada es mayor en las operaciones a cielo abierto que en las minas subterráneas.
Según un estudio de S&P Global Market Intelligence, las minas de oro generaron durante el pasado año una tonelada de CO2 por cada onza de metal que extrajeron.
El estudio, que contabiliza las emisiones de gases de efecto invernadero por parte de la industria mundial del oro, se ha realizado a partir de la revisión de los informes de sostenibilidad de más de 90 minas de todo el mundo, lo que ha permitido comparar sus emisiones de CO2 respecto a una gran variedad de datos de producción.
De este estudio fueron excluidas las minas de Sudáfrica, ya que los datos de este país constituyen un valor atípico, con emisiones de gases de efecto invernadero muy altas, debido a su enorme dependencia del carbón para generar energía, unido a las mayores necesidades de ventilación por la gran profundidad de sus minas.
Según este estudio, las minas a cielo abierto emitieron, de media, más del doble del equivalente de CO2 (unidad de medida de las emisiones de gases de efecto invernadero) por onza de oro que las minas subterráneas: 0,85 tCO2/oz respecto a 0,40 tCO2e/oz.
El informe de S&P Market Intelligence también revela que las minas a cielo abierto procesaron alrededor de cinco veces más cantidad de mineral, con una concentración media de 1,05 gramos de oro por tonelada, frente a los 3,25 gramos por tonelada en las minas subterráneas analizadas.
Desde la consultora señalan que estas cifras confirman la teoría de que las minas a cielo abierto emiten mayores cantidades de gases de efecto invernadero que las minas subterráneas, a un nivel de producción similar.
“Aunque existen otros factores que influyen en las emisiones de gases de efecto invernadero, más allá del simple volumen de material movido y procesado, existe una correlación directa entre ambos valores cuando evaluamos las emisiones en función de la producción”, afirma el informe.
Además, las minas subterráneas, que operan con grados de concentración más altos y procesan menos material, generalmente tienen una huella menor de gases de efecto invernadero que las minas a cielo abierto.
Así, por cada onza de oro producida, las minas subterráneas emiten menos de la mitad de equivalente de CO2 que las minas de cielo abierto.
A pesar de esta diferencia en la escala, las minas a cielo abierto emiten un tercio más de CO2 y tienen un grado de concentración de mineral un tercio más bajo que las minas a cielo abierto.
La contaminación generada es uno de los principales retos que afronta la industria mundial del oro. La aplicación de las energías limpias a la extracción de oro es uno de los objetivos de las compañías mineras, que ya han comenzado a experimentar con explotaciones dotadas de elementos tecnológicos que reducen la presencia de los trabajadores en las zonas más peligrosas y sustituyen los combustibles fósiles por energías renovables.
Sin embargo, la renovación total de la industria en este sentido está aún lejos, ya que la extracción de oro requiere una enorme cantidad de energía que, de momento, no puede proceder exclusivamente de las energías renovables.