Icono del sitio Oroinformación

Las rutas medievales del comercio del oro africano y su importancia para al-Ándalus

Tombuctú

La sed de oro y las luchas por el control de los emporios que controlaban su comercialización transahariana desde sus centros productores a los centros de su recepción fueron una constante en la Edad Media del occidente africano y al-Ándalus. La necesidad del suministro del preciado oro, tanto para la emisión de moneda como para su uso suntuario, fue una de las principales razones para el control omeya del Magreb occidental, así como del subsiguiente por los almorávides, almohades y meriníes. 

Las principales áreas productoras de oro africano durante la Edad Media se encontraban ubicadas en los cursos altos de las cuencas de los ríos Senegal, Níger y Volta Negro, donde actualmente se sigue obteniendo el noble metal de forma artesanal. Con la llegada de los musulmanes al norte de África y la expansión del uso del camello para el transporte el metal áureo comenzó a llegar a las costas mediterráneas. Esto parece corroborarse por el análisis metalográfico de las monedas áureas acuñadas en las cecas del área, denominada por los árabes Ifriqiya, que pasaron de estar batidas con la reutilización de anteriores monedas bizantinas a producirse con metal que concuerda con las actuales pepitas obtenidas en los placeres de Ghana, Costa de Marfil y Malí a partir de mediados del siglo VIII.

Las caravanas de los mercaderes bereberes y árabes que se fueron asentando en las terminales sudanesas de estas rutas fueron las que llevaron a cabo de forma casi exclusiva este comercio, en el que destacaban el oro y los esclavos. Las mismas eran fundamentalmente las que unían el norte y el centro del continente por el Sáhara Occidental, tanto por la costa como las interiores con destino a Siyilmasa, y las que se cruzaban el Sáhara Central hacia la actual ciudad argelina de Wargla, siguiendo ambas vigentes hasta época contemporánea. Al otro lado del desierto, el control del comercio transahariano del oro y otros productos fue igualmente capital para las estructuras de los sucesivos imperios sudaneses de Ghana, Mali y Songhay.

El emirato de al-Ándalus

La moneda áurea, el dinar, tenía una importancia capital en el sistema monetario islámico. Por ello, tras la caída de la monarquía visigoda los recién llegados acuñaron inmediatamente una nueva moneda, totalmente distinta a la precedente visigoda y bizantina, como expresión del nuevo orden fiscal y de una nueva autoridad política emisora. Estas emisiones, o más bien en muchos casos reacuñaciones aprovechando moneda anterior, se realizaron siguiendo los patrones del nuevo sistema monetario durante un breve lapso de tiempo, entre los años 712 y 745, cuando cesaron estas acuñaciones áureas, uno de los escasos testimonios de los inicios de la historia andalusí.

Dinar de indicción, al-Ándalus, 94 H

Según los estudios de José Luis de Villar, esta interrupción puede haberse debido a la falta de fuentes de aprovisionamiento propias, a la falta de fuentes exteriores y al drenaje que supuso el envío del oro obtenido por los conquistadores árabes y bereberes hacia el centro del poder en Oriente. Asimismo, coincide cronológicamente con las graves revueltas bereberes y con la instauración del Emirato Independiente de Córdoba en el año 756, que rompió los lazos de la península con el norte de África, donde, en estas mismas fechas, se documenta el comienzo de las acuñaciones de dinares de excepcional calidad batidos por los aglabíes con oro procedente del Sudan, el país de los negros. En todo caso, hay que tener en cuenta que el dinar, la moneda de oro, era la unidad de cuenta canónica, por lo que es posible que los emires cordobeses se abstuviesen de acuñar numerario áureo por ser una prerrogativa exclusiva de los califas.

La sociedad andalusí, a diferencia de la precedente visigoda y de la contemporánea de los reinos cristianos, necesitaba del uso sistemático de la moneda acuñada, dado que era imprescindible para el mantenimiento del ejército, las relaciones comerciales, las compras diarias y el pago de tasas e impuestos. Durante esta época se acuñaron en plata dírhams, una moneda que tuvo una gran difusión interna y una proyección internacional enorme, dado que circularon no solamente en el ámbito cristiano peninsular sino también por todo el Mediterráneo musulmán, encontrándose en el comercio de lugares tan apartados como Rusia o Asia.

Dírham de Muhammad I, 249 H

El Califato de Córdoba

En el año 316H/928-929, y tras un paulatino proceso de sometimiento de sus díscolos súbditos andalusíes, el emir Abd-al-Rahman III se autoproclamó califa, con lo cual se igualaba al abasí y al fatimí. Simultáneamente, volvió a emitir dinares a su nombre, que se siguieron batiendo durante el califato omeya hasta el siglo XI en las cecas califales andalusíes y magrebíes con altos índices de pureza. La gran demanda de oro del estado andalusí, que les llevó a controlar tanto ambas orillas del Estrecho como a organizar razias contra los centros religiosos de los reinos cristianos del norte, buscando el noble metal atesorado en sus centros religiosos, es patente en la obra de los cronistas musulmanes, así como en su atesoramientos por los grupos dominantes y en su uso en la decoración palatina y en la fabricación de objetos suntuarios.

Dinar de Al-Hakam II, 358 H, ceca de Madinat Al-Zahra.

El control del norte de África y los puntos de llegada del comercio sahariano y del oro del Sudán Occidental enfrentó a los califas omeyas con los fatimíes, con la búsqueda de alianzas con las tribus bereberes del Magreb y el control directo de los puertos de Ceuta y Melilla. En esta guerra abierta se sucedieron las iniciativas de unos y otros, pasando las principales plazas como Fez, Tlemecén, Orán o Siyilmasa alternativamente de mano, hasta que cuando los fatimíes dirigieron su interés hacia Egipto en el último cuarto de siglo el califa al-Hakam II retomó el control del Magreb occidental, que se mantuvo durante el reinado de Hixem II y el gobierno de Almanzor.

Las taifas y los imperios norteafricanos

Cada uno de los nuevos estados surgidos tras la Fitna que puso fin al Califato acuñó moneda propia. Salvo en algunos casos, como el de los hamudíes, los dírhams se convirtieron prácticamente en moneda de vellón y las fracciones de dinar tuvieron una ley muy reducida y prácticamente de electro. El drenaje del oro previamente atesorado puede explicarse tanto por el corte del suministro por la expansión almorávide como por el pago a los mercenarios cristianos y de parias. Los reinos cristianos comenzaron a emitir moneda áurea de inspiración islámica, siendo los primeros de ellos los mancusos acuñados por el conde Berenguer Ramón I.

Mancuso de Ramón Berenguer I

La fragmentación de al-Ándalus y el Magreb se vio sustituida por el Imperio Almorávide, que contó para su expansión con el dominio de la principal ruta transahariana del oro. Los análisis metalográficos muestran el origen sudanés de los dinares almorávides y su excepcional calidad, un numerario que acuñado en grandes cantidades les permitió la construcción de su potente estructura estatal, con el mantenimiento de un ejército de grandes dimensiones y un importante programa constructivo. Las revueltas contra el mismo dieron lugar a partir del año 1147 a la creación de las segundas taifas de al-Ándalus. La falta de moneda almorávide llevó a los reyes de Castilla a emitir los maravedíes, con peso, alfabeto y aspecto islámicos pero con leyendas alusivas a los monarcas cristianos, el uso de la cruz como motivo y la datación por la Era de Safar o Hispánica.

Maravedí de Alfonso VIII de Castilla, 1229 de la Era Hispánica (1191 d.C.), ceca de Toledo

Los almorávides fueron desbancados por un nuevo imperio, el almohade, que terminó por construir un estado incluso más extenso. Al igual que sus predecesores, mantuvo un ejército incluso mayor y destinaron recursos ingentes a su programa constructivo. En cuanto al oro, el Magreb Occidental se convirtió en la única terminal de llegada del oro sudanés, pero solamente una parte del mismo se acuñó en las cecas andalusíes y magrebíes. Buena parte del mismo se destinó en polvo al suministro de otros estados musulmanes y al comercio internacional desarrollado por los genoveses, pisanos o marselleses. A cambio, los almohades obtenían entre otros productos plata, con la que se realizó una abundante acuñación de dírhams.

Dobla almohade de Muhammad ibn Yakub

El apoyo de los meriníes, que sustituyeron a los almohades en el norte de África y controlaron las rutas del comercio transahariano, fue capital para el mantenimiento del emirato nazarí de Granada. Los contactos entre los sultanes meriníes de Fez y los mansas de Mali alcanzaron niveles nunca vistos anteriormente, siendo un objetivo estratégico esencial para este estado mantener un suministro regular de oro desde el Sudán Occidental. La ley de la dobla almohade fue de 972 milésimas, lo que explica tanto su éxito como la influencia que tendrá no sólo sobre las acuñaciones nazaríes y meriníes sino también sobre las cristianas.

Dobla nazarí de Muhammad IX El Zurdo

Los principales cambios en los tipos monetarios fueron la forma cuadrada de los dírhams y que se duplicó el peso de los dinares de oro, teóricamente para alcanzar el que tenían los dinares en La Meca en la época de Mahoma. Si bien las cecas granadinas dispusieron en determinados periodos de oro de excelente calidad para acuñar, las dificultades financieras del emirato fueron permanentes, tanto por la gran cantidad de oro que se debían pagar a Castilla en concepto de parias o que salían por el comercio, como por las dificultades en su aprovisionamiento. Por ello, en la última época se acuñaron los conocidos como dinarines, así como dinares de plata y un medio dinar de electro atribuido a Muhammad XII al-Zagal.

El final de al-Ándalus

En el colapso del estado meriní confluyeron las profundas alteraciones que sufrió el sur del actual Marruecos, así como la pérdida del control de Siyilmasa y con ello del comercio del oro. A comienzos del siglo XV el estado meriní sufrió en el norte revueltas de tribus árabes y bereberes y la injerencia nazarí, así como los ataques de los portugueses, que tomaron Ceuta en 1415, y de los castellanos. Finalmente, una revuelta urbana en Fez supuso el fin de esta dinastía en 1465. Los sucesivos gobernantes watasíes y saadíes se tuvieron que enfrentar con los avances portugueses en el área costera del actual Marruecos.

Dobla meriní anónima

Los portugueses fueron igualmente los responsables desde mediados del siglo XV del desvío de parte de la producción áurea africana hacia el comercio atlántico. El acceso directo de las sociedades cristianas al oro sudanés, tan deseado durante los siglos medievales, coincidió con el descubrimiento de América y el establecimiento de las rutas comerciales con la India, de mayor rentabilidad que el comercio del oro africano. En este contexto, el sultán Mulay Ahmed al-Mansur envió en 1590 una expedición de conquista al Bilad ad Sudan, el País de los Negros, para el control directo del comercio del oro. La misma estaba compuesta principalmente por moriscos y renegados españoles y comandada por Yuder Pachá, natural de  Cuevas de Almanzora. En esta expedición se encuentra el origen de los Arma, élite de las actuales ciudades de la Curva del Níger.

Dobla de la Banda acuñada en Sevilla por Juan II (1406-1454)

 Para saber más

Benhsain R. y Devisse, J., «Les almoravides et l’Afrique Occidental XIe -XIIe siècle» en Arabica, vol. 47 (1), pp. 1-36, 2000.

Bertaux, P., “África. Desde la Prehistoria hasta los años sesenta”, Historia Universal Siglo XXI, 1994.

Camacho, M., «Andalucía y Tombuctú: a propósito del Fondo Kati» en A. Egea (ed.), Andalucía en África subsahariana. Bibliotecas y manuscritos andalusíes en Tombuctú, pp. 57-70, Sevilla, 2003.

Inane, D.T., (dir.), “África entre los siglos XII y XVI”, en Historia General de África, Vol. IV, 1985.

Villar Iglesias, J.L. de, Al-Ándalus y las fuentes del oro, Tesis Doctoral, Universidad de Sevilla, 2015.

Salir de la versión móvil