El Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) han publicado los resultados de una encuesta sobre hábitos y previsión económica de los ciudadanos, en la que se revela que casi un 40% de los ciudadanos sigue guardando el dinero que ahorra “bajo el colchón”.
Ese “bajo el colchón” es una castiza expresión que significa simplemente que los ahorradores no confían en el banco ni en ninguna otra inversión y prefieren guardar el dinero en metálico en casa, ya sea en la caja fuerte, en un compartimento escondido debajo de la tarima o en un tarro de la cocina.
Entienden estos ahorradores que de esta forma mantienen su dinero a salvo, en vez de confiarlo a entidades bancarias que, a cambio de la promesa de una mayor rentabilidad, lo invierten en productos financieros de alto riesgo, con lo que el ahorrador pasa a ser inversor y está al albur de lo que suceda en los mercados financieros.
¿Cómo evitar que el banco me engañe? Pues me guardo el dinero en casa y listos. Sí, pero no. Resulta que si usted guarda el dinero en un tarro de cristal, con el paso del tiempo, es como si ese tarro estuviera roto por el fondo y fuera perdiendo monedas.
A este 38% de encuestados que apuesta por el colchón es necesario explicarles lo que es la pérdida de poder adquisitivo del dinero a causa de la inflación: con el paso del tiempo, los precios de los bienes y servicios que podemos comprar con el dinero que tenemos van subiendo. En otras palabras: nuestro dinero vale cada vez menos.
Imaginemos una inflación anual del 2%: eso quiere decir que, transcurrido un año, los 100 euros que tenemos guardados valen, en realidad, 98 euros. Así que, si acumulamos dinero en metálico en casa, pasados unos años habrá perdido una parte de su valor, en función de la inflación que se haya registrado en ese tiempo.
¿Qué podemos hacer para evitar que la inflación se vaya “comiendo” los billetes que tanto trabajo nos ha costado ahorrar? Muy fácil: cambiarlos por un activo que resista a la inflación, que siga manteniendo su valor a pesar de que la moneda valga cada vez menos y que podamos hacer efectivo inmediatamente, en el momento en que los necesitemos.
¿Y qué activo permite hacer todo esto? Los metales preciosos, en especial el oro y la plata. Si en vez de atesorar en su casa un fajo de billetes de banco, utiliza ese dinero para comprar monedas o pequeños lingotes de oro o plata, anulará el efecto que la inflación puede causar en sus ahorros y se garantiza que nunca va a perder el dinero que tenía ahorrado.
Además, si su ahorro es a largo plazo, puede que incluso, a tenor de la evolución de los precios de los metales preciosos, acabe aumentando esa cantidad de dinero. Tranquilidad y seguridad son valores asociados a éstos, como saben muy bien los ciudadanos alemanes que, desde hace muchos años y tras haber pasado por etapas de hiperinflación, tienen asumido que el oro y la plata son la mejor forma de guardar sus ahorros. Por eso es habitual que acudan a ferias como la World Money Fair de Berlín, a adquirir monedas o pequeños lingotes, que guardan en sus casas como respaldo económico para cuando llegue la época de su jubilación. Una sana costumbre que deberíamos plantearnos en España. Puede informarse al respecto en Sociedad Española de Metales Preciosos de Inversión.
Además, el hecho de invertir nuestros ahorros en pequeñas piezas de oro y plata permite, en caso de necesidad, volver a cambiarlas por dinero en efectivo. Para ello, es recomendable invertir en lingotes certificados por la correspondiente casa de la moneda o refinería, o monedas de inversión (bullion), cuya pureza y peso están garantizados, y pueden revenderse sin problemas.
Incluso por razones estéticas: ¿no preferiría tener sus ahorros en forma de monedas de oro y plata tan bellas como la Filarmónica de Viena o la Britannia, en vez de un tarro lleno de billetes de banco, sucios y arrugados?