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Los cuatro reales de Juan de Miralles Trayllón, equivalentes a 4 dólares

El alicantino Juan de Miralles, comerciante establecido en La Habana, fue el representante del gobierno y la corona española durante la Guerra de Independencia de los Estados Unidos. Cuando George Washington se quedó sin fondos para sufragar su ejército, los principales comerciantes españoles en Cuba reunieron una suma que equivaldría en la actualidad a 300 millones de dólares, cantidad remitida en una flota francesa y que nunca fuere devuelta a esos comerciantes. Miralles murió de pulmonía en 1780 en casa de George Washington, al cuidado de su mujer Martha, y a su entierro asistió el Congreso de los nacientes Estados Unidos al completo.

En el Archivo General de Indias se conserva un ejemplar de un billete de cuatro dólares de moneda continental impreso por Hall & Sellers en Filadelfia en 1776, en el que consta que el mismo garantizaba a su portador recibir cuatro reales de a 8 españoles, o su valor equivalente en oro o plata, de acuerdo con la Resolución de Congreso tomada en Filadelfia el 2 de noviembre de 1776. Este ejemplar fue remitido por Miralles, agente de España en las colonias americanas, al gobernador de Cuba, Diego José Navarro García de Valladares, en una carta escrita en Charleston, Carolina del Sur, el 16 de marzo de 1778.  

 No se puede entender la historia del sistema monetario estadounidense sin el concurso de la moneda española de ocho reales, el peso fuerte o duro. Su uso como moneda circulante en las colonias norteamericanas de Inglaterra está documentado desde su propio establecimiento en el siglo XVII. Ya en 1704, por la Proclamación de la reina Ana, la moneda española de ocho reales se convirtió en la unidad monetaria de todas las colonias inglesas, y posteriormente británicas, con una estimación de 54 peniques esterlinos.

 La moneda española fue la más común en circulación durante todo el siglo XVIII, tanto que el mismo Thomas Jefferson recogía que el dólar era la más familiar en la mente de la población y había sido adoptada de norte a sur. Cumplía a su entender los tres requisitos que se necesitaban para ser adoptada como unidad monetaria, al tener un tamaño apropiado para ser usada en las transacciones diarias, sus divisores facilitaban la aritmética monetaria y tanto los reales de a ocho como sus divisores tenían un valor cercano a las monedas conocidas.

 Para financiar su guerra contra Gran Bretaña, el Congreso Continental acordó el 3 de mayo de 1775 la emisión de tres millones de reales de a ocho, dólares, en billetes, la primera moneda estadounidense. La primera emisión se llevó a cabo en junio de 1775, por un importe de dos millones de dólares, y tres millones más se imprimieron antes de finales de ese año. Se fabricaron en un papel denso, con copos de mica y fibras azules en Pensilvania, Ivy Mills y Chester Country, con ocho anversos y ocho reversos diferentes.

 En fecha 29 de noviembre el Gobierno Central aprobó la emisión de otros tres millones de dólares, y poco después se autorizó la emisión de otros 10.000 dólares para el cambio de los billetes estropeados o ajados. El 12 de diciembre se ordenó que la numeración de los nuevos ejemplares fuese diferente a los de la anterior, usándose una tinta roja especial.

 En los meses de febrero, mayo, julio y noviembre del año 1776 se dictaron nuevas normas que dieron como resultado la emisión de billetes por valor de diecinueve millones de dólares. Estos billetes eran de un módulo inferior al de las emisiones precedentes. Desde Baltimore, a finales de este año, se ordenó la emisión de cinco millones de dólares más, que se amplió en medio millón más para billetes fraccionarios de 1/9, 1/6, 1/3 y 2/3 de dólar. En los siguientes años se imprimieron grandes cantidades de billetes, que circularon hasta que el 18 de marzo de 1780 el Congreso Continental aprobó los diseños de los nuevos billetes.

 Esta política emisora hizo que los pesos españoles, que originariamente se estimaban en menos de cuatro chelines y seis peniques esterlinos, incrementasen su valor hasta los cinco e incluso hasta los ocho chelines, debido a las copiosas emisiones y su rápida depreciación. Estos billetes llegaron a cotizar al cambio de veinticinco dólares de papel por cada real de a ocho español, e incluso se votó una nueva emisión de letras de crédito para cambiar dólares nuevos a cuarenta de las antiguas emisiones.

 El montante global de las emisiones durante la guerra ascendieron a unos cuatrocientos millones de dólares, y las recogidas que el gobierno continental realizó de tiempo en tiempo fueron de alrededor de la mitad de este importe. El poder de fijar impuestos había sido denegado a la Confederación, que sólo podía recomendar medidas a tomar a cada uno de los Estados. Su depreciación alcanzó valores de 500 a 1, y hasta de 1.000 a 1, dejando de circular. El Congreso emitió letras cambiándolos a razón de cuarenta a uno, y finalmente con la adopción de la Constitución de 1789 fueron dotados y alcanzaron nuevamente la par.

 El Acta del Congreso de 1792 fijó que la moneda de cuenta de los Estados Unidos debía expresarse en dólares o unidades, siendo posiblemente la primera vez que una moneda de cuenta fue establecida por una autoridad pública como un acto de su soberanía. Fue adoptada como moneda efectiva debido a la gran diversidad de monedas de cuenta que existían en los diferentes estados, por la urgente necesidad de tener un sistema monetario uniforme para toda la nación y porque ninguna otra moneda podía haber entrado en circulación en tan corto espacio de tiempo. Se estimaba, no obstante y a pesar de la familiaridad previa de su uso, que se necesitarían de veinticinco a cincuenta años para que el nuevo sistema se pudiese implantar.

 Esta Acta establecía la emisión tanto de moneda de plata como de oro. Los dólares, o unidades, debían de ser del valor de un real de a ocho, con la misma estimación que el mismo tenía en ese momento y con un fino de 416 granos de plata, y las monedas de valor inferior en proporción. Las águilas –eagles- debían tener un valor de diez dólares y un fino de 270 granos de oro, y los céntimos 208 granos de cobre. Si bien en un primer momento se aceptó la circulación de otras monedas extranjeras de oro y plata según sus cambios específicos en el mismo plano que la moneda estadounidense, dejaron de tener curso legal en el año 1809, con la excepción de los reales de a ocho españoles y sus divisores.

 El real de a ocho español circuló sin resellar y tuvo curso legal en los Estados Unidos hasta el año 1857. En su obra relativa a las monedas de oro y plata de todas las naciones escrita en 1842, los ensayadores de la ceca de Filadelfia Jacob R. Eckfeldt y William E. Du Bois, en el apartado referente a España, afirmaban que si su obra se hubiese escrito treinta años antes, la mayor parte de ella hubiese venido dedicada a la exposición de la moneda española. Asimismo, reconocían que el sistema monetario español era todavía importante para el lector americano, al ser el peso español la unidad de la que derivaba su moneda nacional, y que sus divisores, aunque depreciados por su desgaste, continuaban en circulación en el país en grandes cantidades, y ejercían una mayor influencia sobre los precios que sus propias monedas fraccionarias.

 Documento:

 Billete de 4 dólares de los Estados Unidos. Emitido en Filadelfia, el 2 de noviembre de 1776. Archivo General de Indias, MP-MONEDAS, 2.

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