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Los orígenes de la onza española: los escudos de 1535 con Carlos I

Durante muchos años se han sucedido los estudios monográficos sobre la capital importancia que tuvo la moneda de plata española de la Edad Moderna, el real de a ocho, también conocido como piastra, peso o simplemente duro, en la creación de los sistemas monetarios de la mayor parte de los países del mundo, y que ha llegado hasta nuestros días en aquellos que tienen como patrón el peso, los diferentes dólares aún en vigor y las principales monedas de Asia, como el Yuan, el Yen o el Won. No abundan, sin embargo, aquellos que estudian la importancia de la moneda española de oro de la misma época, los ocho escudos u onza, que se convirtió con el paso del tiempo en la base de las actuales monedas de inversión a lo largo y ancho del orbe.

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Para encontrar el origen de la onza en el sistema monetario español debemos remontarnos hasta 1535. Hasta ese momento, la moneda castellana de oro era el excelente, de magnífica ley, que era sacada hacia los países extranjeros, principalmente a Francia, dado que mientras que su valor en Castilla era de 375 maravedíes, en Portugal era de 410 y en Francia de 450, e incluso en este último país recibía un premio de entre un 40 y 50%. Debido a esta saca, que producía escasez de la misma en los Reinos de Castilla, las Cortes solicitaron reiteradamente la rebaja de la ley de la moneda y el aumento de su valor nominal.

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En ese año de 1535 se ordenó por primera vez la acuñación de una nueva especie monetaria, el escudo de oro o corona, para el que se estudiaron como posibles modelos la corona de sol francesa y el escudo de los distintos estados italianos. Ambos tenían una ley y un peso similar, de 22 quilates y de 3,20 a 3,80 gramos. Por Real Cédula de 30 de mayo de ese año firmada en Barcelona se ordenó la labra de estas nuevas coronas o escudos, conocidos como imperiales, para financiar la expedición del emperador Carlos I a Túnez, limitando su circulación a los territorios por los que la expedición transcurriese. Para esta acuñación masiva se trajeron a la Ciudad Condal monederos de todos los rincones de los Reinos de España: Pamplona, Perpiñán, Zaragoza, Burgos, Toledo… y se utilizaron para tal fin tanto el oro del Tesoro del Perú, procedente del rescate de Atahualpa, como el rescate de los príncipes de Francia, pagado por Francisco I.

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Nuevamente fue un acontecimiento bélico el que hizo que el escudo se convirtiese en la moneda áurea de la Edad Moderna: la muerte de Francisco II Sforza, que llevó a la anexión del Milanesado a la Monarquía Hispánica hasta la Paz de Utrecht en 1714. En las Cortes de Valladolid de 1537 se fijó su ley en 22 quilates de oro, un 91,66% de finura, un peso teórico de 3,38 gramos y un valor de 350 maravedíes. El título y el peso de la moneda castellana de oro no se volvieron a alterar hasta las reformas llevadas a cabo por la Casa de Borbón, si bien su valor nominal pasó en 1566, durante el reinado de Felipe II, a 400 maravedíes, en 1609; en el de Felipe III, a 440, y se fue readecuando posteriormente. Su tipología monetaria fue asimismo muy longeva, dado que duró hasta mediados del siglo XVIII, y constaba del escudo grande de la Monarquía en su anverso y la cruz de Jerusalén rodeada de una orla lobulada en su reverso.

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La posterior adopción de los ocho escudos u onza como unidad superior del sistema convirtió a esta moneda en la divisa áurea internacional. El vocablo onza se popularizó en Europa durante el reinado de Felipe III y en los Reinos de las Indias desde que comenzó su labra a partir de 1675, en el reinado de Carlos II. Por Pragmática de 29 de mayo de 1779, casi dos siglos y medio después de su creación, la moneda castellana de oro sufrió una rebaja en su ley a 21 quilates y 2 ½ granos, si bien conservó su talla de 68 escudos por marco de Castilla. En sucesivos artículos conoceremos más curiosidades de esta nuestra universal moneda de oro, la onza, que nunca ha de asemejarse con la medida de peso anglosajona, la onza troy, equivalente a 31,10 gr.

Para saber más:

Beltrán, A., Introducción a la Numismática universal, Madrid, 1987, 

Francisco Olmos, J.M. de, “El uso de la tipología monetaria como arma de propaganda en la lucha entre Carlos I y Francisco I”, Revista General de Información y Documentación, Volumen 7, nº1, Madrid, (1997), pp. 345-372.

Francisco Olmos, J.M. de,  “La evolución de la tipología monetaria en Castilla y América durante el siglo XVI, , IV Jornadas científicas sobre documentación en Castilla e Indias durante el siglo XVI, Departamento de Ciencias y Técnicas Historiográficas UCM, Madrid, 2005, pp. 87-140.

García Del Paso, J.I., La Política Monetaria Castellana de los siglos XVI y XVII, Departamento de Análisis Económico, Universidad Complutense de Madrid, Julio 2001.

García Guerra, E., “Moneda en España en los siglos XVI-XVIII”, en Historia de España XIV, Historia Moderna, La economía en la España Moderna, Madrid, 2006, pp. 201-240.

Pérez Sindreu, F. de P., «Acuñaciones mandadas efectuar en Barcelona por Carlos I en 1535», NVMISMA, nº 230, enero-junio 1992, pp. 279-295.

Ruiz Trapero, M., «La Onza: su importancia y trascendencia», V Jornadas Científicas sobre Documentación de Castilla e Indias en el siglo XVII, Madrid, 2006, pp. 313-328.

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