Después de 18 meses de silencio, los gritos de los traders volvieron a escucharse en la sala de negociación física de la London Metal Exchange, cuya actividad permanecía suspendida desde marzo de 2020, debido a la pandemia. La única diferencia respecto a la actividad que allí se realizaba es que los traders ahora llevan pantallas faciales de protección y tratan de respetar la distancia social. Sin embargo, desde la organización son partidarios de que, en el futuro, la negociación física para determinar el precio desaparezca y se sustituya por medios electrónicos.
El pasado lunes, 6 de septiembre los brokers volvieron a ocupar los sofás de cuero rojo de la sala de negociación física de la London Metal Exchange, donde se fijan los precios de los metales, 18 meses después de su clausura por la llegada del covid-19.
Desde que se pusiera en marcha en el siglo XIX, esta sala ha sobrevivido a dos guerras mundiales, a varias quiebras bancarias, a numerosos escándalos e incluso a una oleada de modernización tecnológica que ha provocado la obsolescencia de la mayoría de sus rivales.
Ninguno de ellos había logrado detener la actividad de la LME, hasta que en marzo de 2020 llegó la pandemia de coronavirus. Y a punto estuvo de no volver a abrir sus puertas la que es la sala de negociación física más antigua en funcionamiento.
Sin embargo, el empeño de los traders y sus usuarios industriales logró que se reanudara una actividad que incluso la propia LME consideraba obsoleta.
Muchas cosas han cambiado desde marzo de 2020, desde el volumen de actividad, mucho menor ahora, a las pantallas transparentes que se ven obligados a llevar los traders (ver imagen).
Pero el mayor cambio ha sido la modificación en el sistema de formación de los precios: a partir de ahora, los traders solo serán responsables de la formación del precio de mediodía, mientras que los de cierre se fijarán de forma electrónica.
Según señaló Matthew Chamberlain, CEO de la London Metal Exchange, a Bloomberg, “lo más importante de esta vuelta a la actividad de la sala es asegurar la calidad de los precios oficiales. Está claro que los traders de la sala han hecho un gran trabajo; han seguido exactamente donde lo dejaron”.
Se espera, no obstante, que el cambio en el sistema de formación de precios se traduzca en una reducción de la actividad de trading en la sala. De hecho, ya ha abandonado una de las empresas que participaban y otra ha reducido personal, con lo que la actividad podría disminuir hasta la mitad.
En febrero de 2020, el volumen de negociación diario de la sala promediaba 22.767 contratos, que representaban el 3,4% del volumen total de la LME. Pero ahora el volumen se ha reducido hasta tal punto que los responsables de las tres empresas que aún participan temen que la reapertura no resulte económicamente rentable.
De hecho, los datos del primer día de negociación, el pasado 6 de septiembre, reflejan que la actividad de trading fue un 85% menor que antes de la pandemia.
La propia LME ha reconocido que sus planes de determinar los precios de cierre de forma electrónica van a afectar a los modelos de negocio de las ocho compañías de corretaje que siguen operando en la sala y estudiará medidas que hagan viable la actividad, como la modificación de las tarifas.
La amenaza que pende sobre la sala es que, según las normas de la LME, si el número compañías que operan en ella es inferior a seis o si se retiran compañías que acaparen más del 25% del volumen histórico de negociación, la sala cerrará sus puertas y será sustituida por la negociación electrónica.
Otro riesgo deriva de la propia pandemia, que ha obligado a adoptar estrictas normas de seguridad, ya que la sala es un entorno de alto riesgo. Entre ellas están el someter a dos tests semanales a los traders y modificar los sistemas de ventilación.