El llamamiento del presidente turco Recep Tayyip Erdogan a sus conciudadanos para que huyan del dólar y apoyen a la lira turca, ha tenido éxito sólo a medias, porque los turcos se han volcado en el oro en vez de en su moneda nacional.
En principio, la llamada a defender la moneda turca funcionó, porque logró detener la fiebre por la apertura de depósitos en moneda extranjera que los ciudadanos turcos habían experimentado en las últimas tres semanas, y que había registrado las cifras más altas desde el mes de agosto. Los turcos retiraron un total de 450 millones de dólares de estas cuentas durante la primera semana de diciembre.
Sin embargo, esta retirada de fondos no ha beneficiado a la lira turca, ya que los ahorradores han confiado más en la compra de metales preciosos, tradicionalmente denominados en dólares. El valor del oro acumulado por los ciudadanos de este país se incrementó en 700 millones de dólares, un indicio de que siguen sin confiar plenamente en su propia moneda, según datos de Nomura Inc.
El presidente turco había realizado un llamamiento para que los ciudadanos apoyasen la divisa nacional o el oro, como medio de combatir lo que denominó como el “sabotaje económico”. La lira turca alcanzó un mínimo este mes y lleva un 14% de caída en el presente trimestre, más que ninguna otra moneda de los mercados emergentes.
El destacado aumento de los ahorros en oro es la prueba de que “los depositantes parecen estar a la defensiva respecto a la perspectiva de una nueva devaluación de la lira”, señaló Inan Demir, economista de Nomura, a Bloomberg.
Los ciudadanos turcos tienen depósitos en divisas por valor de 144.000 millones de dólares y las posibilidades de semejante potencia de fuego pueden influir en el mercado internacional de divisas, en función de lo que decidan hacer con ella.
La caída de los depósitos a principios de diciembre, la menor desde el mes de abril, no resiste comparación frente a los 8.700 millones de dólares en depósitos en moneda local, de los que se deshicieron los turcos tras el fallido golpe de estado del mes de julio, o los 6.000 millones en las tres semanas posteriores a que Moody’s rebajara su calificación.