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Lotería de Navidad: un bombo de oro

Era el 18 de diciembre de 1812 cuando en la Cádiz anteriormente sitiada por los franceses se celebraba el primer sorteo de Lotería en la Historia de España con 40 reales por décimo y premio extraordinario de 8.000 reales, todo un dineral para la época. Cuán afortunado tuvo que ser el poseedor del número 03604, pues entre bombas y bombas que tiraban los “fanfarrones” pudo darse un buen homenaje en la Quinta El Pescaito y con el mucho sobrante vivir feliz por el resto de sus días.

Lógicamente, tan abultada cantidad de dinero tuvo que cobrarla en monedas de plata de 8 reales o en las de oro de 8 escudos o 320 reales. Es decir, en Oro y en Plata con la efigie en anverso de Fernando VII.

Ochenta años después, el 23 de diciembre de 1892 comenzaba a girar el bombo con las bolas de la suerte que daría inicio al primer Sorteo Extraordinario de Navidad. Desde entonces no ha parado de repartir premios entre vicisitudes, trágicos conflictos bélicos, o singladuras más o menos pacíficas.

Así hasta que el 22 de diciembre de 2016, la fortuna vuelva a fluir en forma de décimos premiados con 400.000 euros que, a buen seguro, servirá para cubrir más de un hueco en las arcas de los acertantes. A los que habrá que sumar un segundo y tercer premio, dos cuartos premios y hasta ocho quintos premios; así como fracciones, pedreas, aproximaciones y reintegros. Total 2.310 millones de euros a repartir.

Claro que, una vez transcurrida la euforia de los espumosos derramados por todas partes, de los gritos de alegría y de estupor incrédulo, de abrazos y llamadas telefónicas para compartir la buena nueva noticiosa, entonces… llega la gran pregunta, la inicial incógnita: ¿y ahora qué? ¿en qué me gasto el premio?

Por la cabeza de un ganador del Gordo de la Lotería de Navidad suelen pasar a toda velocidad multitud de opciones, de fórmulas para hacer realidad muchos sueños, deshacerse de cargas, tapar huecos, y darse algún capricho que otro: que si una gran mariscada, un reloj suizo, un viaje a Paris, o a Logroño, vaya usted a saber. Otros aspiran a algo más: un coche nuevo, un pisito, un abriguito de piel para la Señora, un curso intensivo de verano para los niños en Inglaterra, un palco en el estadio de fútbol de sus amores…

Todas esas ilusiones se barajan regularmente sin reposo alguno, sin meditar o sin la ayuda de una serena reflexión por parte de expertos en la diversificación de capitales obtenidos por medio del rendimiento personal o, como en este caso, por el favor de la fortuna.

Reflexión que puede pasar desde el burbujeante ladrillo, hasta el papel bursátil, cruzando por la avenida de la reconversión de fincas rústicas en urbanas… Pero existe una opción milenaria a la diversificación de los excedentes económicos como bien podrían denominarse a los “dineros” resultantes de la obtención de un premio extraído del bombo dorado de la Lotería de Navidad: el oro físico como producto de inversión.

El oro es un valor refugio y con la crisis ha ganado como valor seguro: la incertidumbre en la economía mundial ha favorecido que el precio del oro se eleve un 25% en la primera mitad de 2016, lo que supone la mayor subida de precios desde 1980.

La demanda de los inversores estableció un récord de 1.064 toneladas de metal precioso durante los primeros seis meses de 2016. A efectos comparativos, ello supone un 16% más que en la primera mitad de 2009. Según datos de la London Bullion Market Association (LBMA) sobre el precio del oro, a finales de junio de 2016 ya se habían sobrepasado los 1.370 dólares/onza (1onza = 31,10 gramos). A título informativo, en 1968 el oro partió de una cotización de 41,90 dólares/onza.

Pese a ser uno de los metales preciosos más antiguos de la Humanidad, el oro sigue siendo un gran desconocido para la generalidad de la población que ignora su alto grado de accesibilidad, su fortaleza en el tiempo como valor refugio, y su considerable aumento como reserva monetaria de bancos centrales como los de Rusia, India y China, frente al papel moneda, pagarés o deuda pública de terceros países.

Si es usted uno de los agraciados en el sorteo de la Lotería de Navidad, o en cualquier otro del amplio panel de Apuestas y Loterías del Estado, considere el oro como una seria opción al margen de las frivolidades que hemos comentado un poco más arriba. Su futuro se lo agradecerá.

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