La provincia canadiense de Nueva Escocia se ha convertido en el destino de la nueva fiebre del oro del siglo XXI: numerosas compañías mineras tanto canadienses como internacionales quieren implantarse en este territorio, atraídas por los yacimientos de oro y por ventajas como las excelentes infraestructuras que hacen muy accesibles las minas. Sin embargo, diversos grupos alertan sobre el posible impacto medioambiental en las comunidades y en los acuíferos.
“Nueva Escocia tiene una oportunidad de oro para crear empleo en el sector de la minería de oro. En 2017 se abrió una mina de oro, otras cuatro se encuentran en proceso de obtener los permisos y se están llevando a cabo labores de exploración. Toda esta actividad va a atraer inversiones por valor de cientos de millones de dólares a la provincia y va a permitir crear cientos de puestos de trabajo para los ciudadanos de Nueva Escocia, especialmente en las áreas rurales”. Son palabras de Sean Kirby, director ejecutivo de la Asociación Minera de Nueva Escocia (MANS, por sus siglas en inglés), en la inauguración de una reciente conferencia minera, recogidas por Mining.com.
Nueva Escocia parece haberse convertido en el destino de la fiebre del oro del siglo XXI, con numerosas compañías mineras deseando establecerse en su territorio, como ya hicieran los buscadores de oro en 1848 en California o en 1896 en el Klondike.
Cuenta con numerosas ventajas para la explotación minera, como la seguridad jurídica, el hecho de ser un país con gran tradición minera o las excelentes infraestructuras que atraviesan el país y que permiten contener los costes en materia de transportes.
Existen también quienes se oponen a estos proyectos, como el Ecology Action Centre, desde donde señalan que el aumento del empleo y los beneficios que se pueden obtener de la explotación minera no compensan los daños que se pueden causar a la red hidrográfica y a los paisajes únicos de la provincia canadiense.
Desde esta organización han denunciado diversas violaciones de las normas por parte de algunas compañías mineras, que han realizado perforaciones sin permiso o han comenzado a excavar fuera de los límites del territorio para el cual tienen licencia.
La asociación minera y las propias compañías coinciden en afirmar que las nuevas técnicas mineras permiten la extracción de minerales de forma responsable, minimizando el impacto en el medio ambiente.
La industria del oro quiere convencer a la opinión pública de que esta nueva fiebre del oro del siglo XXI es muy diferente de las que vivió la región a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Los geólogos buscan ahora trazas de metales preciosos en el interior de las rocas que albergaban cuarzo, en vez de seguir las vetas de cuarzo, que era lo que hacían las minas subterráneas tradicionales.
Un ejemplo es la actividad de la compañía Northern Shield Resources, que descubrió en 2017 el primer sistema de oro epitermal de baja sulfuración localizado en Nueva Escocia. Un hallazgo importante, ya que estos sistemas son muy valorados por su potencial contenido en oro y plata.
Según afirmó en la conferencia sobre minería celebrada en Nueva Escocia Ian Bliss, presidente y CEO de Northern Shield, “este tipo de oportunidades no se ven muy a menudo, especialmente si están a tiro de piedra de la Autopista Trans-Canadiense”.
Quienes más provecho están sacando de esta fiebre del oro en Canadá son las compañías mineras australianas, que cuentan con gran experiencia y están adquiriendo importantes activos en el país.
Es el caso de la australiana Newcrest Mining, que adquirió el pasado mes de marzo una mina de cobre y oro en la Columbia Británica por 806,5 millones de dólares y está dispuesta a realizar más inversiones en Canadá.
Según las cifras de la Asociación Minera de Nueva Escocia, la industria del oro aporta unos 420 millones de dólares anuales a la economía de la región y emplea a unos 5.500 trabajadores locales.
El número de concesiones en la provincia se ha duplicado entre 2017 y 2018, en su mayoría con explotaciones de oro.