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Rennes-le-Château, el destino francés de los buscadores de tesoros

La pequeña localidad francesa de Rennes-le-Château se ha convertido en un imán para los buscadores de tesoros, que desde hace décadas acuden a ella atraídos por una leyenda que habla de un supuesto tesoro de monedas de oro y joyas escondido por un clérigo que se enriqueció misteriosamente.

Considerada por muchos como uno de los lugares más misteriosos de Europa, la pequeña localidad de Rennes-le-Château, en Languedoc, acumula un buen número de leyendas que hacen referencia a tesoros ocultos.

Unas leyendas que se remontan a la época romana. Tras el saqueo y destrucción del Templo de Jerusalén por las tropas romanas del emperador Tito, sus tesoros fueron trasladados a Roma, donde permanecieron durante tres siglos.

En el año 410, los visigodos, bajo el mando de Alarico, saquearon Roma y se llevaron el tesoro hasta, supuestamente, el sur de Francia, donde se establecieron, precisamente en los alrededores de Rennes-le-Château. De esta forma, tesoros tan legendarios como el Arca de la Alianza o las Tablas de la Ley pudieran haberse escondido en la zona.

Hay quien considera que la joya más preciada de la Cristiandad, el legendario Santo Grial, también pudo ocultarse en las proximidades de Rennes-le-Château, transportado por José de Arimatea y María Magdalena, que supuestamente habrían sido desterrados a las Galias por el emperador romano.

El misterio de Bérenger

Con estos precedentes, el caso del sacerdote François Bérenger Saunière contribuyó en gran medida a la mitología de la zona. Bérenger nació el 11 de abril de 1852 en Montazels, una aldea cercana a Rennes-le-Château, a cuya parroquia fue destinado en 1885, tras haber recibido las órdenes sacerdotales en 1879.

Sus diarios permiten conocer el tipo de vida que llevaba y describen el hambre que pasaba y que trataba de combatir cazando y pescando.

La parroquia de María Magdalena, donde supuestamente se había casado, en el siglo VI el riquísimo rey merovingio Dagoberto II con la princesa visigoda Gizelle de Razas, estaba en muy mal estado, ya que la última restauración databa del siglo XV.

Gracias a una serie de donaciones, Bérenger puso acometer unas obras de restauración del altar. Al levantar el ara (la piedra consagrada que constituye el altar), encontró una serie de manuscritos guardados en tubos de madera, como atestiguaron algunos de los seis obreros que trabajaban en la restauración.

Se trataba de cuatro manuscritos que lograron cambiar la fortuna de Bérenger quien, desde ese momento, comenzó a llevar un lujoso tren de vida, que le permitió viajar, restaurar la iglesia y convertir Rennes-le-Château en un importante centro de reuniones de miembros de la nobleza.

Las malas lenguas daban por hecho que los manuscritos contenían las pistas que conducían a un tesoro, posiblemente el de Dagoberto II, gracias al cual el párroco pudo disfrutar de una fortuna.

Aunque él nunca reveló el origen de la misma, se dice que dejó muchas pistas sobre ello, especialmente en la iglesia, que cuenta con unas estatuas muy peculiares y un Via Crucis con anomalías que cualquier ojo experto podría detectar.

Algunas interpretaciones apuntan a que el supuesto tesoro de joyas y monedas de oro era, en realidad, un tesoro de carácter espiritual, una revelación que tendría relación con el misterio de los cátaros, que precisamente se establecieron en la región de Languedoc.

Según esta revelación, Jesucristo no murió en la cruz, sino que fue trasladado en secreto a Francia junto a María Magdalena, con la tuvo descendencia, y está enterrado en los alrededores de Rennes-le-Château.

Esta interpretación explicaría la fortuna del sacerdote, que procedería de donaciones por parte de nobles y miembros de sociedades vinculadas al secreto, que habrían comprado de esta forma el silencio del sacerdote.

La caza del tesoro

El caso es que Bérenger murió en 1917, sin que se supiera el origen de su fortuna. Ello ha dado pábulo, desde entonces, a diversas leyendas y ha encendido la imaginación de los cazatesoros. Durante décadas, solo se han desenterrado algunos huesos y cráneos, pero ello no ha desanimado a los buscadores de oro, hasta el punto de que, en los años 60 del pasado siglo, obligó al municipio a prohibir las excavaciones no autorizadas.

Pero la fiebre continuó durante la década siguiente, en la que algunos llegaron incluso a utilizar explosivos para abrirse paso a través de los muros de la iglesia, excavar en los cementerios aledaños y cavar túneles bajo la iglesia.

La situación llegó a tal extremo que el entonces alcalde de la localidad, Jean-François L’Huillier, ordenó la exhumación del cuerpo del sacerdote, que fue enterrado de nuevo en un sarcófago de tres toneladas, rodeado de cinco metros cúbicos de cemento, para asegurarse de que su tumba no volvería a ser profanada.

Cuando la fiebre parecía haber remitido, la leyenda volvió a resucitar, con la publicación de “El Código Da Vinci”, de Dan Brown, cuyo argumento tiene mucha relación con la leyenda del padre Bérenger. De hecho, el pasado mes de diciembre se registró el último intento de acceder al mítico tesoro, por medio de un agujero en una de las paredes del templo.

Como señaló el vicealcalde de Rennes-le-Château, Marcel Captier, al diario británico The Guardian, “espero que esta pesadilla no vuelva a empezar. No queremos otra oleada de buscadores de tesoros”.

Muchas han sido las explicaciones que se han dado al hecho de que nunca se haya encontrado ningún vestigio del tesoro: algunos historiadores han concluido que nunca existió y que Bérenger recaudó el dinero por medios criminales, desviando donaciones a la iglesia y cobrando a los fieles por las misas.

Incluso hay otra teoría menos romántica: la leyenda fue un invento de un hostelero local, decepcionado por la falta de turistas y por su propia incapacidad para encontrar el tesoro.

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