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Siete razones para incluir el oro físico en su cartera de inversión

Los principales analistas coinciden en que el oro debe estar presente en cualquier cartera de inversión, por su capacidad para mantener el poder adquisitivo y actuar como valor refugio en momentos de incertidumbre política y económica.

Que el oro debe formar parte de la cartera de cualquier inversor prudente es algo que, a estas alturas, nadie duda. Sobre todo, a tenor de lo que está sucediendo en el entorno político europeo (Brexit, elecciones en los principales países), estadounidense (controvertidas decisiones políticas de Donald Trump, investigaciones por posibles filtraciones, imposibilidad de aplicar algunas medidas políticas) y mundial (crisis con Corea del Norte, atentados de Daesh, inestabilidad en Oriente Próximo).

Con una revalorización del 10,5% en lo que llevamos de año, pese a algunos reveses como la reciente subida de tipos de interés por parte de la Reserva Federal estadounidense, el oro es uno de las inversiones que mejor rendimiento está ofreciendo.

Desde The Market Oracle, el experto en metales preciosos Stephen McBride ofrece nada menos que siete razones por las cuales el oro debería formar parte de cualquier cartera de inversión:

1. Los tipos de interés siguen estando en mínimos. Al desencadenarse la crisis financiera en 2008, la Reserva Federal estadounidense decidió bajar el tipo de interés federal, que determina los tipos de interés, al 0%. Esa política de interés cero ha tenido importantes consecuencias para los inversores conservadores.

A pesar de las recientes subidas de tipos por parte de la Fed (la última, el pasado 14 de junio, un 0,25%), los tipos están lejos de ofrecer a los ahorradores e inversores los rendimientos del 4-6% que tuvieron antes de la crisis.

En opinión de McBride, quedan lejos los días en que los clientes podían depositar sus ahorros en una cuenta bancaria y observar cómo el dinero se incrementaba. Una cuestión que, para los fondos de pensiones y los jubilados, que confían en inversiones como los bonos del Tesoro de Estados Unidos, constituye un problema a la hora de recoger los rendimientos.

2. Los bonos ofrecen una rentabilidad miserable. Como consecuencia de la política de interés cero, la rentabilidad de los bonos se ha venido abajo. Según el articulista, aunque la rentabilidad del bono estadounidense a 10 años ha subido cerca de un 60% desde sus mínimos de julio de 2016, todavía está muy por debajo de la media de los últimos 40 años.

Esta miserable rentabilidad de los bonos ha conducido a los inversores hacia activos de mayor riesgo en busca de una rentabilidad decente. Activos entre los que están las acciones, que han experimentado una importante inyección de capital.

3. Los dividendos ya no son lo que eran. Con la política de interés cero laminando los rendimientos de los bonos, los inversores han acudido en masa a los mercados de capitales en busca de beneficios. Una consecuencia directa de esto, según apunta el artículo de The Market Oracle, es que los dividendos de las empresas incluidas en el índice S&P 500 han caído al 1,91% y se encuentran un 32% por debajo de su media a largo plazo.

4. El crecimiento económico es anémico. Como explica el analista, entre 1967 y 2007, la economía de los Estados Unidos creció a una media del 7,3% anual nominal. Sin embargo, en los últimos nueve años, el crecimiento del PIB ha promediado apenas un 2,8%.

El presidente Trump prometió devolver el crecimiento de la economía a cifras importantes, pero, en opinión de McBride, se antoja complicado, debido a las barreras al crecimiento como la importante deuda que arrastra.

5. La deuda federal se ha disparado. Desde George Washington a George W. Bush, la deuda federal se incrementó desde cero dólares a 9,2 billones. Desde 2008, la deuda del Gobierno de EEUU se ha disparado hasta los 19,85 billones de dólares, un 116% más en apenas ocho años.

La Oficina Presupuestaria del Congreso estima que la deuda federal se incrementará en 10 billones de dólares durante la próxima década y calcula que el coste de atender esa deuda se triplicará en los próximos 10 años, lo que significa que solo el pago de los intereses ascenderá a 600.000 millones de dólares anuales. Esa cantidad es superior a los presupuestos para 2016 de los Departamentos de Defensa y Educación, unidos, de EEUU.

6. El dólar ha perdido un 87% de su valor. Aunque está subiendo con respecto a otras divisas como el euro y el yen, su poder adquisitivo ha caído un 86,5% en los últimos 50 años.

Su declive se ha ralentizado en la última década. Sin embargo, con la Reserva Federal haciendo lo que puede para incrementar la inflación, es seguro que la caída del dólar va a continuar.

7. La bolsa puede empezar a bajar. En marzo pasado, la bolsa celebró su octavo año consecutivo de subidas, la segunda mejor racha en la historia de los Estados Unidos. Con el actual mercado alcista superando su racha media de tres años, McBride opina que tal vez sea hora de retirar alfo de dinero de la mesa.

“¿Cómo pueden los ahorradores e inversores proteger su riqueza de las consecuencias negativas de todos estos indicios? Es la hora de añadir oro a su cartera de inversión”, señala el artículo.

El oro físico ha demostrado durante siglos que es un refugio de valor y una herramienta útil para mantener el poder adquisitivo, al revés que el dólar. Incluso si las bolsas continúan subiendo, el oro seguirá comportándose bien: desde finales de 2015, el metal ha superado la rentabilidad del índice S&P 500 en un 30%.

Desde The Market Oracle aconsejan “colocar un 5-10% de sus activos en oro físico permite introducir un seguro anticrisis en su cartera. Y la situación actual lo aconseja”.

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