Oro y refugio son dos palabras que muy frecuentemente van asociadas. A nadie se le escapa que, independientemente de la caída de su precio en momentos puntuales (por ejemplo, en el actual) tener unos ahorros invertidos en monedas o lingotes es una idea muy sensata, para cuando vengan mal dadas. El oro nunca pierde su valor y es fácilmente ‘liquidable’ en caso de necesidad perentoria.
Desde oroinformación.es tratamos de informar a los lectores de las ventajas que tiene una inversión prudente en metales preciosos. Pero nos gusta dejar que sean los expertos quienes argumenten. Nuestra labor es simplemente informar a los lectores para que tengan capacidad de decidir. Por eso queremos llamar especialmente la atención sobre el último artículo publicado por Richard Mills en su blog Ahead of the Herd (‘Por delante del rebaño’), titulado ‘Rey de nada’, en el que se explica claramente por qué el oro y la plata son valores refugio, qué tiene que hacer un inversor prudente y cómo tiene que actuar. Por su interés, reproducimos a continuación un amplio resumen del contenido:
“Éste es un artículo para los compradores de oro y plata que buscan la comodidad y seguridad de poseer oro y plata en tiempos difíciles. Muchas cosas están sucediendo ahora mismo en el mundo: Trump ha ganado las elecciones en EE UU, existe una gran inestabilidad en Oriente Medio, China y Turquía; Rusia está haciendo demostraciones de poder; Corea del Norte lanza cohetes nucleares a troche y moche; hay enfermedades, mutaciones de virus, sequías por el cambio climático, un crecimiento descontrolado de la población, luchas raciales y religiosas, desequilibrio salarial, un colapso económico, billones de dólares de deuda… es difícil encontrar un periodo de la Historia en que la situación haya estado tan inflamable.
Los brokers, analistas, políticos, grupos de interés y gestores de fondos aseguran que la economía global y la de EE UU son sólidas como una roca. Pero lo mismo dijeron a finales de 2007, y unos meses después, el mundo estaba al borde del colapso económico global, asomándose al abismo de la gran recesión y del crash de los mercados. Ese mismo optimismo irracional está prevaleciendo hoy.
En situaciones de desastre (un crash económico causado por la subida de tipos de interés, o niveles de deuda global tan insoportables que nunca se podrán pagar), lo primero que ocurriría sería una desbandada hacia los bancos en busca de dinero en efectivo.
La gente aterrorizada quiere tener en sus manos su dinero para comprar víveres. Cuando los bancos se queden sin dinero y el supermercado sin alimentos ni agua embotellada, el caos, los saqueos y las revueltas se adueñarán de las calles.
Dinero, agua, comida, un arma para protegerse… ¿no parece sensato prepararse y aprovisionarse ahora? Por eso, comprar y poseer lingotes y monedas de oro y plata nunca ha sido una decisión más prudente. La inflación, los acontecimientos internacionales, la diversificación… el oro y la plata proporcionan el apalancamiento que necesitan los inversores.
Cuando todo su dinero no es más que un montón de unos y ceros en una cuenta a la que no se puede acceder, cuando las estanterías de los supermercados y despensas estén vacías, cuando los niños tengan hambre, usted, propietario de oro y plata, tendrá algo que querrá la gente que tiene lo que usted quiere: agua, combustible, mantas, protección, billetes de avión…
Lo que usted necesitará es una caja fuerte con pequeños lingotes de oro y plata, y monedas de diferentes denominaciones, que se puedan transportar y vender con facilidad.
Las ventajas de tener pequeños lingotes o monedas de pequeño valor son múltiples:
1) Resultan fáciles de transportar: un par de monedas de un cuarto de onza en el bolsillo le permitirán comprar todo lo que necesitan.
2) Todo el mundo reconoce el valor del oro: a los pilotos que volaban sobre territorio enemigo les entregaban oro para que, en caso de ser derribados, pudieran procurarse los medios de escape.
3) Las monedas, obleas y lingotes son muy fáciles de almacenar.
4) Es fácil negociar y vender parte de su oro.
5) El oro y la plata son fáciles de comprar, en cualquier parte, incluso en Internet.
En los últimos tiempos ha habido escasez en el suministro de las monedas más populares, las de oro o plata de una onza, pero sí se pueden conseguir los tamaños más pequeños, y los lingotes pequeños. Mis preferidos son las monedas de 1/10, ¼ y ½ onza. Y en cuanto a la plata, prefiero las monedas de una onza y los lingotes de cinco a diez onzas. Yo acumularía más oro que plata: quizá en una proporción de 60 a 40.
No es difícil ni costoso encontrar un lugar seguro para almacenarlo: compre una buena caja fuerte, manténgala fuera de la vista y no hable sobre ello. Ya sabe: por la boca muere el pez…
¿Se puede confiscar el oro?
Hay quien teme que el Estado pueda ordenar que se confisque el oro que está en manos de los particulares. Ya ocurrió en 1933, cuando el presidente Franklin D. Roosevelt ordenó confiscar el oro que estaba en manos de los ciudadanos estadounidenses, para incrementar la cantidad de este metal en manos de la Reserva Federal y, por tanto, su capacidad para imprimir más billetes para inyectar liquidez en los bancos (el 40% del valor de los billetes en circulación debía estar respaldado por oro en manos de la Fed).
La razón por la que se confiscó el oro no existe ya hoy, porque los países han abandonado el patrón oro (EE UU lo hizo en 1971) y la capacidad de la Reserva Federal para imprimir billetes ya no está vinculada a la cantidad de onzas de oro de que disponga.
Pero hay algo más que los potenciales compradores de oro y plata deberían saber. Cuando se produjo la confiscación del oro en EE UU, las monedas de oro de colección quedaron exentas, al igual que el oro utilizado de forma habitual en la industria, profesiones o arte. No podían ser confiscadas, porque sería robar propiedad privada.
El oro se pagó al precio entonces vigente, 20,67 dólares por onza, pero las monedas de colección tendrían que haber sido tasadas de forma individual, lo que habría supuesto un esfuerzo y un gasto que al Estado no le compensaba.
Así que el argumento de que el oro puede ser confiscado por el Gobierno, pero las monedas de colección no, es frecuentemente utilizado por los comerciantes que están interesados en vender monedas de colección (…).
Las monedas de colección son monedas de oro raras, que se venden a unos precios muy superiores a los del oro que realmente contienen. Son muy raras, quizá únicas, y los coleccionistas las compran por sus características históricas o estéticas.
Los comerciantes de oro venden monedas de colección con un amplio margen, de incluso un 25% o más. La feroz competencia en el mercado del oro de inversión ofrece márgenes mucho más estrechos, quizá de un 3% sobre el precio spot del oro.
Las ‘Águilas de oro’ americanas, las ‘Hojas de arce’ canadienses o los ‘Krugerrand’ sudafricanos son ejemplos de bullions de oro. Su valor procede exclusivamente del contenido en oro. Son universalmente reconocidos y su valor es fácilmente verificable. Y la verdad es que muchas monedas que se venden como de colección son simples bullions de oro que se comercializan con grandes márgenes, en beneficio de los comerciantes.
Las monedas de colección no representan un valor adicional o mejor refugio en caso de una situación de crisis respecto a las simples monedas de oro o bullions. Si se rompe el orden social y un coleccionista tiene que desprenderse de alguna pieza, recibirá exactamente la misma cantidad de productos que si hubiera usado un bullion, ya que la transacción se basará en el contenido y la pureza del oro, y no en las cualidades históricas o estéticas de la pieza.
Los inversores compran oro físico porque es una forma de proteger la riqueza de la continua devaluación del dinero fiduciario, y constituyen un refugio en tiempos de crisis. Y comprar monedas de colección no es el camino para hacerlo”.
Desde oroinformacion.es no podemos estar más de acuerdo con las explicaciones del articulista. Los metales preciosos son una inversión a largo plazo y la mejor forma de asegurar que el dinero que tenemos ahorrado no va a perder su poder adquisitivo. Y aunque nuestra visión del mundo no sea tan catastrofista como la de Richard Mills, no podemos estar seguros de cómo y de dónde vendrá la siguiente crisis. Así que conviene estar preparados.