Los metales preciosos han protagonizado un año 2020 espectacular. El oro se repuso a la caída sufrida en marzo y alcanzó en verano el registro más alto de todos los tiempos. Sin embargo, conforme la economía global se recupera de a pandemia, los analistas son más cautos sobre su trayectoria. En cambio, la plata promete brillar todavía más en este 2021 que acaba de comenzar.
La pandemia de Covid-19 provocó la reacción de los inversores, que comenzaron a acumular metales preciosos con el objetivo de proteger su patrimonio. Este factor, junto con los problemas de suministro derivados de la interrupción de las comunicaciones aéreas, impulsó los precios de oro y paladio por encima del 20% a lo largo de 2020.
La plata, por su parte, se revalorizó un 47%, mientras que el platino lo hizo, en menor medida, un 10%.
Según señalan desde la consultora británica Metals Focus, se espera que en 2021 se vuelvan a registrar máximos históricos tanto del oro como del paladio. Pero la mayor subida va a ser la que protagonice la plata.
El oro se ha considerado tradicionalmente como un activo refugio donde depositar el dinero en tiempos de crisis. Su precio comenzó a subir en 2019 con la ralentización de la economía global, pero la subida se agudizó en 2020 con la llegada de la pandemia, lo que permitió al metal alcanzar su precio máximo histórico en agosto pasado: 2.072,50 dólares la onza.
La situación provocada por la pandemia de Covid-19, con el confinamiento y el cierre de refinerías y empresas, afectó seriamente a la demanda de oro físico. Sin embargo, esta caída se vio compensada por el crecimiento de la demanda de inversión, que se disparó ante el temor de los inversores a la crisis económica.
Prueba de ello fue, por ejemplo, la subida de más de un 30% de la inversión anual en el mayor ETF de oro del mundo, SPDR Gold Trust, la mayor desde el año 2009.
Sin embargo, en los últimos meses del año, el precio del oro cayó por debajo de los 1.900 dólares la onza, como consecuencia de las noticias relativas al despliegue de las vacunas contra el coronavirus, lo que hizo que los inversores regresaran a activos más propios de periodos de crecimiento económico.
De cara a 2021, Ross Norman, un analista independiente, cree que los principales factores que han apoyado la subida del oro (la enorme deuda gubernamental, los rendimientos negativos de los bonos y la amenaza de inflación y turbulencias en el mercado) van a seguir vigentes durante este año, lo que podría propiciar que el oro se revalorizara en torno al 20%.
El año de la plata
Si 2021 va a presenciar una nueva revalorización del oro, muchos analistas coinciden en que éste será el año de la plata. Este metal comparte con el oro su carácter de activo refugio, aunque también es un metal industrial que se usa para fabricar productos como paneles solares fotovoltaicos.
La plata subió desde los 18 dólares la onza de enero hasta casi 30 dólares en agosto, antes de volver a bajar hasta el entorno de los 25 dólares la onza. La revalorización del metal en 2020 fue del 47%.
Según los analistas, su doble papel como metal precioso e industrial y su mayor volatilidad implican que podría revalorizarse en mayor medida que el oro en cuanto el crecimiento económico comience a remontar.
Otro factor que va a ser decisivo para la plata en 2021 va a ser el impulso que el nuevo presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, dé a las energías renovables, que se traducirá en un aumento de las instalaciones de paneles solares fotovoltaicos, cuya principal materia prima es la plata.
En cuanto al platino, un metal utilizado en joyería, industria y fabricación de automóviles, el superávit de suministro que se ha registrado en 2020 ha sido absorbido en parte por los inversores. Pero los analistas dudan de que en 2021 suceda lo mismo.
Ello va a lastrar el precio del metal, que se encuentra ahora mismo en torno a los 1.000 dólares la onza.
En el caso del paladio, la mayor parte de la demanda procede del sector del automóvil, que lo utiliza para la fabricación de catalizadores. La demanda por parte del sector de la inversión es residual.
Durante los últimos años, el déficit de suministro de este metal (mayor demanda que suministro) ha provocado un incremento de su precio, que llegó a los 2.875,50 dólares la onza en febrero de 2020.
Todo apunta a que en 2021 se va a mantener esta tendencia, debido a la recuperación de la economía global y, por tanto, al aumento de las ventas de automóviles.