Desde su llegada a la Casa Blanca, Donald Trump ha mostrado ser el mejor amigo del oro, no solo porque una de sus primeras medidas fuera cambiar las antiguas cortinas del despacho oval por unas doradas, ni porque gracias a él y a sus controvertidas medidas políticas este metal precioso se presente como el verdadero refugio de los inversores, sino porque constantemente piensa o hace referencia a él, y no nos referimos a su comentado y mediático color de pelo.
La última muestra de este ‘dorado amor’ es el encargo por parte de la Casa Blanca de 350 plumas chapadas en oro a la marca Cross para que el mandatario firme sus órdenes ejecutivas, esas medidas en las que precisamente se basan los analistas para augurar que este año el oro seguirá su escalada alcista.
Plumas con las que Trump, por ejemplo, firmará previsiblemente en abril el desbloqueo a la explotación del yacimiento de oro y cobre de Pebble, en Bristol Bay (Alaska), en manos de la minera Northern Dynasty, y que desde 2014 litiga con la Agencia Estadounidense de Protección Medioambiental (EPA, por sus siglas en inglés) por dichos permisos.
Las 350 plumas no sólo darán uso al presidente de Estados Unidos, sino que este prevé regalarlas como recuerdo, como ya lo hizo con los congresistas que asistieron a su primera ceremonia de firma. Para ello, el equipo de transición de Trump encargó los primeros 150 bolígrafos de laca negra antes de la ceremonia de juramentación.
La empresa A.T. Cross Co., de 170 años, ha provisto a al menos siete presidentes de Estados Unidos, desde Gerald Ford. El modelo Century II que ha empleado Trump se diferencia de los que empleó Obama en un detalle tan simple como característico: las firmas y el chapado metálico son de oro en lugar de cromo.
«Es evidente que Trump ama el oro», afirmó Andy Boss, gerente de regalos empresarios para A.T. Cross Co. Suponemos que se refería a sus preferencias respecto a las estilográficas, aunque viendo el apartamento de Trump en Nueva York esta afirmación puede quedar corta.