Se llevaron a cabo el pasado 6 de noviembre, a las elecciones legislativas estadounidenses me refiero, celebradas a la mitad del mandato del presidente Donald Trump, el “mid terms”. Como en el caso de Oroinformación el resultado en sí es lo de menos, he esperado varios días tras el resultado electoral para analizar si el oro ha ganado o ha perdido, si ha sido embestido por los toros o acosado por los osos.
El resultado final, de las elecciones USA, no ha contentado ni a unos ni a otros. Por un lado, los votantes del Partido Demócrata, los “burros” de color azul, han conseguido su objetivo de alcanzar la mayoría de escaños en la Cámara de Representantes, lo que aquí sería el Congreso de Diputados, para entendernos.
Por su parte, los “elefantes” rojos del Partido Republicano mantienen el control absoluto en el Senado; por tanto, podrán frenar en seco cualquier iniciativa legislativa que salga del Congreso.
Total, que, aunque parezca una ironía, el Capitolio queda dividido entre las supuestas izquierdas del partido azul y las supuestas derechas del partido rojo. Claro que ese posicionamiento político queda fuera de lugar allende las fronteras norteamericanas. Que le pregunten si no a cualquier partido populista de extrema izquierda europeo si el morador de la Casa Blanca de otrora (Obama, Clinton, Carter…) era “colega” de zurda.
El caso es que, a partir de ahora, burros y elefantes están condenados al diálogo permanente para sacar adelante al país de las barras y estrellas.
Por más que echaron carne en el asador, los demócratas han fracasado en el intento de ganarlo todo para, así, poder echar del despacho oval al “insufrible” Trump: sacaron de armarios, baúles y trasteros a toda la militancia y lobbies LGTB; el feminismo más combativo se echó a la calle; hasta Brad Pitt y Leonardo di Caprio se movilizaron juntos en todas las cadenas de televisión para a traer a señoras y jovencitas con el fin de conseguir que, atraídas por su glamur personal, salieran a votar vestidas de azul; hasta famosos de Hollywood aparecieron junto a su personal doméstico de “espaldas mojadas”, aunque solo fuera para el momento de la grabación, todas y todos con chapas de “Vote blue” en sus pechos.
Mientras, el actual presidente republicano, se dio la gran paliza en su Air Force One cruzando el país norteamericano de este a oeste y de norte a sur, sin olvidarse del centro, para luchar a vida o muerte por los escaños que le mantendrían en la poltrona del 1600 de la Avenida de Pensilvania en Washington DC. Entre mitin y mitin, insulto y descalificación, Donald Trump consiguió al final salvar los muebles, al menos hasta las próximas elecciones presidenciales.
En cifras, el Congreso fue para los “burros” por 219 escaños a 193 de los “elefantes”. En el Senado, los rojos republicanos ganaron por 51 a 46 senadores azules demócratas.
Y el oro, ¿qué opina de todo esto?
Desde hace un par de meses analistas y gurús del metal precioso no se comprometían a dar un resultado político y, mucho menos, a enlazar el posible resultado con el mercado del oro. Vamos, que no se alineaban con ningún color ni candidato.
El caso es que, desde que comenzó el periodo electoral, el comportamiento del oro ha tenido de todo. Desde inicios de campaña, durante el mes de octubre, el mes comenzó con una salida pausada de 1.185 dólares la onza y no llegó a sobrepasar los 1.200 dólares hasta el 11 de octubre.
Desde esa fecha, el precio del oro se fue animando y los mercados del Nasdaq y del LBMA se congratularon de ver una moderada aceleración: desde los 1.218 dólares del 12 de octubre, pasó a 1.236 dólares el 26 de octubre, para bajar y subir hasta el mismo día 6 de noviembre fecha para acercarse a las urnas. En esa jornada, el oro alcanzó los 1.234 dólares la onza. Aparentemente todo un signo que refrendaba las aspiraciones demócratas.
Hasta el mismo día 7 de noviembre, un día después del recuento de votos, el oro se superó hasta 1.235 dólares. Parecía como si los mercados aplaudieran la situación de casi empate legislativo: ni perdió del todo uno, ni ganaron del todo los otros.
Pero eso duró tan solo un día, como algunas flores: el bajón del 8 de noviembre hasta los 1.223 dólares la onza no señalaba precisamente una euforia desatada; menos aún cuando el oro cerró la semana a 1.211 dólares el viernes día 9. Menos aún cuando hemos iniciado la semana con los 1.204 dólares la onza de hoy, lunes 12 de noviembre.
¿Quiere eso insinuar que la medio derrota de Trump, o el medio triunfo, según se mire, está determinando que azules y rojos, burros y elefantes, están condenados a entenderse?
Habrá que esperar todavía a que nos acerquemos al Día de Acción de Gracias y a las Navidades para comprobar si, como auguraban los gurúes y algunos bancos, el oro cerrará el año como lo hizo en 2017: con una cotización muy cercana a los 1.300 dólares la onza.
Ya queda menos.