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¿Un futuro dorado?

Decía el filósofo alemán Emmanuel Kant que “la paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia, la debilidad del fuerte”. Aplicado al asunto que nos preocupa, el oro, está claro que la paciencia es la gran fortaleza de los inversores. Nadie pega un ‘pelotazo’ de la noche a la mañana invirtiendo en oro físico precisamente porque éste evoca precisamente lo contrario: estabilidad, tranquilidad, protección y planes de futuro.

Hablando de futuro, estos días hemos leído que por fin se ha adjudicado la explotación de uno de los mayores yacimientos vírgenes del mundo: el de Sukhoi Log, en Rusia. Más de 20 años de espera para que saliera a subasta, a un precio inicial de 145 millones de dólares. La compañía que se lo ha adjudicado, SL Zoloto, ha pagado más de 158 millones de dólares, a pesar de que la remota región en que se encuentra precisa de todo tipo de infraestructuras y que pasarán años antes de que puedan extraer una sola onza. Sin embargo, están dispuestos a invertir hasta 5.000 millones de dólares para llegar a los 62,5 millones de onzas de oro (unas 1.943 toneladas) que se encuentran en el subsuelo. ¿Qué tendrá el oro para que este grupo de empresas se embarque en un proyecto a tan largo plazo?

Más ejemplos: la llegada a la presidencia de Donald Trump ha aliviado a los responsables de otra minera, Northern Dynasty, que veían cómo la Agencia Estadounidense de Protección Medioambiental bloqueaba su proyecto de explotación del yacimiento de Pebble, en Bristol Bay (Alaska). Un yacimiento en el que se estima que se acumulan unos 107 millones de onzas de oro y 541 de plata. La simple elección de Trump ha hecho que las acciones de Northern Dynasty se multiplicaran por tres. Otra compañía que confía en el futuro del oro. De otra manera, no se entiende que se embarquen en proyectos tan costosos y de incierta rentabilidad.

Y no sólo en la Tierra: para finales de 2017 se espera que comience también la explotación minera de la Luna, con el lanzamiento de la primera sonda espacial que recogerá muestras en la superficie del satélite, por parte de la compañía Moon Express. Una de las varias compañías (además de estados como Rusia o China), que se han lanzado a esta nueva carrera minera espacial que, como todas las actividades que implican exploraciones espaciales, conllevan un coste astronómico. ¿Merece la pena? Está claro que detrás de estos megaproyectos de ciencia ficción hay estudios económicos que aseguran su viabilidad.

Con todas estas pruebas, ¿aún tenemos dudas de que el oro no solo tiene futuro, sino que también es el futuro?

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