El pasado 28 de noviembre fue una fecha histórica para la República Bolivariana de Venezuela: el presidente Nicolás Maduro envió a las cámaras acorazadas del Banco Central de Venezuela los primeros lingotes de oro elaborados de forma “artesanal” con oro procedente de su proyecto estrella para los próximos años: el Arco Minero del Orinoco.
El presidente Maduro, en un acto solemne celebrado en el Palacio de Miraflores, recibió de manos del ministro para el Desarrollo Minero Ecológico, Roberto Mirabal, varios lingotes de oro elaborados de forma artesanal por mineros de las pequeñas explotaciones de Nacupae y La Ramona, en El Callao. Unos lingotes (en la imagen) que, a su vez, entregó al presidente del Banco Central de Venezuela, Nelson Merentes, para que fueran depositados en las cámaras acorazadas de la institución.
Se trata del primer producto del nuevo proyecto con el que Maduro quiere impulsar la economía de Venezuela, sustituyendo la tradicional dependencia del petróleo: el Arco Minero del Orinoco. Una zona de 112.000 kilómetros cuadrados que comprende parte de los estados sureños de Bolívar, Amazonas y Delta Amacuro, en la que trabajarán las llamadas Brigadas Mineras Socialistas, un conjunto de 50.000 trabajadores, de forma ecológica, sin utilizar mercurio en el proceso de producción, y a un precio justo. El Gobierno ha declarado el territorio como “zona de desarrollo nacional”.
El presidente de Venezuela destacó que “los mineros que trabajen de manera legal y regular van a recibir la protección social, militar, policial, humana, política, económica e institucional”.
Los cálculos del Gobierno bolivariano apuntan a que las cantidades de oro que se pueden extraer al año multiplicarían por diez las actuales reservas de oro del país. Los mineros recibirán “un precio justo, porque el Gobierno revolucionario reconoce el trabajo del pequeño minero y sabe lo dura que es la faena minera”, apuntó el ministro para el Desarrollo Minero Ecológico, Roberto Mirabal (uno de los 30 ministros con que cuenta el Gobierno de Maduro, además de los seis vicepresidentes).
Según Mirabal, el Gobierno instruyó, el pasado mes de agosto, al Banco Central de Venezuela para que asignara el precio justo al oro y autorizó a la Compañía General de Minería de Venezuela a comprar el oro a los mineros “para evitar que acudan a las mafias especuladoras”, apuntó.
El problema es que ese precio justo va a depender de la tasa del sistema de cambio complementario (Dicom), de los costes operativos, los gastos del seguro y custodia, gastos administrativos y transporte. Es decir, que el oro va a cotizar en Venezuela a un precio diferente que en el resto del mundo, con una evolución vinculada a una serie de variables desconocidas.
El 60% de las ganancias netas serán invertidas en el Fondo de las Misiones, destinado a financiar programas sociales. “Por primera vez, los recursos obtenidos serán para el pueblo”, proclamó Maduro.
Menos petróleo, más oro
El objetivo de este nuevo y sorprendente movimiento del Gobierno de Venezuela está claro: con la producción propia de oro, sin certificación internacional ninguna debido a su carácter “artesanal”, el país puede afirmar que ha aumentado sus reservas de oro, sin que exista ninguna constancia de ello. Y a un precio diferente al que marcan Londres y Shanghai.
En efecto: Maduro indicó que el objetivo es que Venezuela ocupe uno de los primeros puestos en el ránking de países con más reservas de oro. Muy del estilo propagandístico del Gobierno bolivariano: “muy pronto seremos la primera o la segunda reserva mundial de oro; tenemos reservas para unos 100 años”.
Sin embargo, hay que recordar que en los primeros seis meses de 2016, Venezuela se deshizo de un tercio de sus reservas de oro, para ajustar sus cuentas públicas y pagar parte de su deuda exterior: entre enero y junio vendió un total de 131 toneladas de oro, de las 361 que tenía a diciembre de 2015, según los datos del Consejo Mundial del Oro.
Ahora, con el lanzamiento de este proyecto minero, Venezuela busca, por un lado, reducir su dependencia del petróleo (el 95% de sus exportaciones están vinculadas al crudo) y por otro, recuperar el oro que tuvo que vender para aliviar su deuda. Y hacerlo, además, de forma que no se puedan verificar ni las existencias de oro, al ser “artesanales”, ni su precio, que es “justo”.
La conclusión está clara: algo tiene el oro, cuando hasta regímenes como el de Maduro (que hasta ahora confiaba en el petróleo como motor de la economía nacional) acuden a él en momentos especialmente complicados y de crisis. Tanto más recomendable será para los particulares tener parte de sus ahorros en oro, como refugio. Eso sí, siempre será preferible que los lingotes lleven el sello “Good Delivery” de la London Bullion Market Association (LBMA) a que sean lingotes procedentes del Arco Minero del Orinoco… con el sello “Good Bolivary”.