Muchos analistas coinciden en la observación de que los primeros días de verano resultan propicios para la inversión, ya que esas jornadas se caracterizan por niveles de precios de compra relativamente bajos, antes de iniciar un ascenso que llega hasta los comienzos del otoño.
Durante la última década, se ha producido una disminución en el mercado de metales preciosos que, casi sistemáticamente, precede a un incremento que se produce en los meses de julio a septiembre. Sólo los años 2014 y 2015 han faltado a esta regla.
Por ejemplo, en el año 2007, una onza de oro subió de 643 a 831 dólares de junio a noviembre. Dos años después, en 2009, esa misma onza pasó de julio a diciembre desde los 930 dólares a los 1.217 dólares. Este aumento ha sido gradual y no se detiene allí, ya que en 2011 la onza subió desde los 1.528 dólares hasta los 1.828 dólares durante el período de julio-agosto. Finalmente, entre junio y septiembre de 2016, el pasado año, la onza de oro pasó de tener una referencia en el mercado de 1.211 dólares a alcanzar una subida hasta los 1.344 dólares.
A partir de esta observación del mercado de los metales preciosos de inversión se confirma que el verano, desde su inicio a su fin, es una buena temporada para adquirir oro físico, tanto en lingotes como en bullion o monedas de inversión.
El seguimiento de estos ciclos, cuya tendencia positiva está marcada históricamente, salvo excepciones que confirman la regla, ha ofrecido hasta la fecha excelentes resultados. De tal manera que, un inversor, guiado siempre por expertos en este sector, puede iniciar su periodo vacacional con la tranquilidad y certeza de que ha realizado una magnífica operación al invertir en oro físico. Tan buena como la de elegir su lugar de vacaciones.
Como referencia, el oro físico cotiza en estos momentos a 1.247 dólares la onza, tras iniciar su andadura a principios de 2017 en 1.148 dólares onza.