La crisis financiera global comenzó hace 10 años y condujo a la peor recesión de la Unión Europea en su historia de seis décadas. La crisis no se inició en Europa, pues estalló al otro lado del Atlántico, en Estados Unidos, pero las instituciones de la UE y los Estados miembros actuaron resueltamente para contrarrestar su impacto y subsanar las deficiencias de la puesta en marcha inicial de la Unión Económica y Monetaria. Diez años después, la acción decisiva ha dado sus frutos: hoy, la economía de la UE se está expandiendo por quinto año consecutivo
Eso es al menos lo que la Comisión Europea ha transmitido a través de un comunicado de prensa remitido el miércoles 9 de agosto desde Bruselas.
“El desempleo está en su nivel más bajo desde 2008, los bancos son más fuertes, la inversión está aumentando y las finanzas públicas están en mejor forma. La evolución económica reciente es alentadora, pero aún queda mucho por hacer para superar el legado de los años de crisis. La Comisión Europea está plenamente movilizada para cumplir su agenda de empleo, crecimiento y equidad social”, afirma la nota de prensa.
El vicepresidente Valdis Dombrovskis, responsable del Euro y del Diálogo Social, expreso en el comunicado que: “Gracias a la respuesta política decidida a la crisis, la economía de la UE está ahora recuperándose firmemente y la Unión Económica y Monetaria es más fuerte que antes. Avanzar, completar la unión financiera, reformar nuestras economías para fomentar la convergencia, la inclusión y la resiliencia y mantener unas finanzas públicas sostenibles, para lo cual debemos perseguir un enfoque equilibrado en el que la reducción del riesgo y la distribución del riesgo van de la mano y la unidad de El mercado único se preserva”.
Hace diez años, el 9 de agosto de 2007, BNP Paribas se convirtió en el primer banco importante en reconocer el impacto de su exposición a los mercados hipotecarios subprime en Estados Unidos, teniendo que congelar los fondos expuestos. En los años siguientes, lo que inicialmente fue una crisis financiera se convirtió en una crisis bancaria y una crisis de deuda soberana, que pronto afectó a la economía real. La Unión Europea cayó en la peor recesión de su historia, que dejó marcas profundas en los ciudadanos, empresas y economías de los países miembros de la UE.
En esta adversidad, las instituciones de la UE y los Estados miembros adoptaron fuertes decisiones políticas para contener la crisis, preservar la integridad del euro y evitar peores resultados.
Como resultado de estas acciones, “la Unión Económica y Monetaria de Europa se ha revisado considerablemente y la economía europea -y en particular la economía de la zona del euro- está de nuevo en forma”, continúa explicando el comunicado de la Comisión Europea.
De igual manera, en el comunicado se afirma que la recuperación europea es sostenida y el desempleo está disminuyendo constantemente. El número de Estados miembros que pertenecen al euro ha aumentado de 12 a 19 y el euro es ahora la segunda moneda más importante del mundo.
España y el oro ante la crisis
No cabe duda que, en estos diez años, la Eurozona ha sufrido una amplia e importante transformación y se ha enfrentado, en algunas ocasiones con dureza extrema.
Esa crisis que, en el caso español, negara su existencia una y otra vez el entonces presidente de Gobierno, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero. Ya en junio de 2008 todavía afirmaba que “la crisis es opinable”, hasta que un mes después no tuvo más remedio que reconocer que España estaba en el centro del huracán. Si bien, el 6 de febrero de 2008, Zapatero se atrevía a decir: “No hay razones objetivas, no hay ninguna razón objetiva y fundada que permita sostener con honestidad un mensaje pesimista; mucho menos, catastrofista. Ni sobre la situación actual ni, aun con mayor fundamento, sobre el futuro”.
Un año antes, cuando estalla la crisis en todo el mundo, en 2007, el 17 de agosto, el perspicaz y clarividente ministro de Economía y Hacienda Pedro Solbes decía al efecto “Los efectos de la crisis hipotecaria estadounidense tendrán un impacto ‘relativamente pequeño’ en la economía española”.
Ese mismo año, el mismo ministro y vicepresidente primero del Gobierno, con notable astucia y aguda intuición, decidió respaldar la decisión del gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordoñez, de vender parte de las reservas de oro nacionales, bajo la afirmación “El oro ya no es una inversión rentable”, para justificar la venta de más del 32% de las reservas de este metal propiedad de nuestro país que el Banco de España había realizado en ese mismo ejercicio. Es decir, 4,3 millones de onzas de oro, por valor entonces de 2.867,7 millones de dólares, más de 124 toneladas. Durante ese mes de julio de 2007 el oro cotizaba alrededor de 670 dólares, un año después, la cotización superaba los 850 dólares.
Cuando estallan las subprime o hipotecas basura en Estados Unidos y comienza en Europa el inicio de la crisis económica, a la que en el caso de España nos arrastró la burbuja inmobiliaria, el precio del metal precioso que se cotizaba en el London Bullion Market Association rondaba los 660 dólares la onza, para un año después subir 200 dólares (852,50$).
Esa fuerte subida en tan solo unos meses daba muestras de que el oro se convertía, una vez más, en auténtico valor refugio. El buen puerto a donde acudieron a refugiarse la economías pequeñas y medias, ante la debacle económica que se cernía sobre Europa.
Mientras el dólar perdía energía y credibilidad (el euro le pisaba los talones), el oro se robustecía mes a mes, año a año. De tal manera, que mientras se acrecentaba la crisis, cerraban cientos de miles de empresas y negocios, el paro conseguía récords alarmantes aumentando las cifras millonarias y caía la ruina sobre varios países europeos (Grecia, España, Portugal, Irlanda…), mientras eso ocurría, el oro escalaba imparable cifras jamás anteriormente conocidas.
El año 2009 el oro se disparaba en el mes de agosto a 956,00 dólares la onza. Cifra que en las tablas de la LBMA se quedaba muy lejos de los 1.203 dólares marcados en el mismo mes, pero de 2010. Nunca antes se había cruzado la barrera de los 1.000 dólares la onza.
De espectacular se podía definir lo que ocurrió al año siguiente, ya que 2011 supuso un brusco acelerón en las ventas de lingotes y bullions. La demanda era constante y los precios del oro parecía que se habían vuelto locos: cientos de miles de pequeños, medianos y grandes ahorradores e inversores se lanzaron sobre el metal amarillo ante la gravedad de lo que estaba ocurriendo sin visos de solución inmediata. De tal manera que al compás de las continuas caídas de las divisas, los valores bursátiles y el derrumbe del ladrillo, el oro alcanzaba la escalofriante cifra de cotización de 1.736 dólares la onza.
Ese 2011 supuso muchos cambios radicales en España: desde el nacimiento de los movimientos de “indignados”, preludio del famoso 15M; al cambio gubernamental, ya que los españoles deciden echar de la Moncloa a Zapatero, quien dejó un lastre de más de 5 millones de parados. El centro derecha, Mariano Rajoy, recoge el ardiente testigo, pero no logra frenar el feroz aumento de desempleo.
Aún así, a otros lados de nuestras fronteras comienzan la remontada. La crisis ya no es tan terrorífica allende los Pirineos y eso se nota en la demanda del oro, que todavía en un altísimo ratio cotiza en agosto de 2012 a 1.615,00 dólares onza.
Esas descomunales subidas se van frenando según se alcanzan metas de bienestar económico en Europa y el precio del oro queda reflejado en el año 2013 en 1.309,00 dólares la onza. Precio muy similar al de agosto de 2014, de 1.309,75 dólares.
Se nota que en el año 2015 ya se va afianzando un nivel de estabilidad en la economía europea. Los miedos y nervios de algunos inversores, que acudieron multitudinariamente al oro, se tranquilizan y sacan al mercado sus adquisiciones de los últimos 7 años. Ese mercado se inunda y la demanda natural del inversor serio que mira a largo plazo no puede adsorber la oferta, coincidiendo además con un fortalecimiento del dólar. Total, que en ese agosto de 2015 el oro cotizó a 1.097,00 dólares la onza.
Situaciones críticas en el ámbito social, cultural y geopolítico (como las cadenas de atentados terroristas yihadistas), a las que se suma la mejora en los bolsillos de los contribuyentes europeos, impulsan a que el precio del oro en el mercado de Londres suba en el verano de 2016 a 1.341,00 dólares por onza.
Así llegamos a este agosto de 2017, cuando supuestamente para la Comisión Europea se cierra el ciclo de la crisis económica más dura que el mundo occidental ha conocido nunca. En estos momentos, el oro está contemplativo, cotizando a 1.271,05 dólares la onza este 9 de agosto, si bien hay serias expectativas de que suba peldaños hasta sobrepasar los 1.300 dólares.
A este respecto, especialistas pertenecientes a Sociedad Española de Metales Preciosos de Inversión (SEMPI) apuntan a una continuidad de la senda alcista experimentada por el oro a lo largo del primer semestre de 2017, con previsión de que dicho metal precioso “pueda llegar a cotizar por encima de los 1.330 dólares la onza”, según señala el presidente de SEMPI, Gabriel Ruiz Ramírez.
Ahora, en España, con casi dos millones menos de parados de los que causó la crisis económica, si se ve la luz al final del túnel. Razón que lleva a los inversores y ahorradores serios, los que piensan a largo plazo, para posicionarse frente al oro que aún tiene mucho recorrido hasta alcanzar en 5 o 10 años cimas hasta ahora no escaladas.