En 1546 se encontró el yacimiento de Zacatecas en el norte del Virreinato de Nueva España, la Nueva Galicia, en el corazón mismo de la Gran Chichimeca. A diferencia de lo que sucedió en Potosí, donde el descubrimiento fue casual, el de Zacatecas fue resultado de una actividad de exploración e investigación por parte de un pequeño contingente de españoles e indios al mando de Juan de Tolosa. En los siguientes diez años se produjeron nuevas expediciones por parte de Diego Ibarra y Juan de Oñate, estableciendo nuevos Reales de Minas en San Martín, Sombrerete y Mazapil.
Como afirmaba Colmeiro, las minas casi siempre se descubrieron en montes tan agrios y ásperos que los hombres huyen de vivir en ellos, si la esperanza de lograr considerables riquezas no los determina a fijar en unos sitios tan solitarios y silvestres su morada. Su descubrimiento servía para poblar en pocos años los parajes más desérticos, y hacer lugar famoso lo que antes era infeliz aldea. Se desarrollaban las artes mecánicas, acudían los mercaderes, se animaba el cultivo, crecía el consumo, se levantaban casas y se formaba una villa o acaso una ciudad como por encanto.
Según Chaunu, las poblaciones mineras contribuyeron extraordinariamente al proceso de culturación de los indios, al atraer a grandes cantidades de ellos como masa laboral, ofrecerles un poder adquisitivo relativamente alto como trabajadores asalariados y ser los únicos asentamientos españoles en regiones muy extensas, como en este caso del norte de Nueva España, el altiplano de Charcas, donde se ubica Potosí, o el norte de Chile.
La ruta que unía estas minas septentrionales con México, el Camino Real de la Tierra Adentro, se jalonó de presidios y de misiones, y a ella se trasladaron junto con los mineros procedentes del centro del virreinato agricultores, ganaderos y comerciantes. Este trazado permitió también la fundación y pacificación de los territorios de Nuevo México, Texas y California.
Este territorio se correspondía con la Gran Chichimeca, una amplia área que se corresponde con los actuales estados mexicanos de Jalisco, Aguascalientes, Zacatecas, Guanajuato, San Luis Potosí y Querétaro. Los españoles dieron ese nombre a todos los habitantes del centro y norte de la Nueva España, que se agrupaban en cuatro naciones principales: los pames, zacatecos, guachichiles y guamares. La mayor parte de ellos eran cazadores recolectores nómadas en una zona árida con escasas precipitaciones y clima variable dependiendo de la altitud.
A pesar de la pronta colonización del área, se tardó mucho tiempo en pacificarla. Los chichimecas atacaban a los españoles que cruzaban sus territorios y masacraban sus asentamientos. La pacificación se intentó tanto con las armas como con la evangelización, pero ninguna de las dos vías dio el resultado esperado. Finalmente, la solución fue el establecimiento de pueblos de españoles y de Repúblicas de Indios, trasladando a estas últimas numerosas familias tlaxcaltecas, mexicas y tarascos o poblándolas con propios chichimecas pacificados. Aun así, otros pueblos chichimecas abandonaron sus territorios y se desplazaron hacia el norte. En un primer momento se establecieron repartimientos entre las comunidades indígenas para trabajar las minas, muy criticados al violar la libertad de los indios, lo que dio lugar a un enconado debate jurídico y teológico.
En 1552, las tropas de don Nicolás de San Luis Montañez, indio noble de Jilotepec, derrotaron a los chichimecas jonáz del norte de Guanajuato, firmando tratado de paz entre los chichimecas y los otomíes, estos últimos representando al virrey de la Nueva España. El virrey Don Luis de Velasco decretó la fundación de San Luis de la Paz. Su población en un primer momento se dedicó a la extracción de mineral en Santa Brígida y Palmar de Vega. Los jesuitas les enseñaron la viticultura, que junto a la ganadería son hasta la fecha sus actividades económicas principales.
En los reales de Zacatecas y el Parral, el grueso de la mano de obra se componía de indios libres, como los chichimecas, adscritos voluntariamente al Parral y a los que se pagaba con mantas de fabricación local. Tras un largo conflicto que se dilató casi cuarenta años, se pusieron en producción reales de minas que ya habían sido descubiertos, pero que no pudieron ser beneficiados durante la guerra, como el de Sombrerete, Fresnillo o Charcas. Para su abastecimiento, se establecieron numerosas poblaciones con una gran producción agrícola y ganadera, como Silao, Celaya o San Felipe. También se levantó una línea de presidios para defender el Camino Real entre Querétaro y Zacatecas.
Los centros mineros, como Zacatecas y Guanajuato, pronto se convirtieron en hermosas ciudades y muy rápidamente en emporios comerciales que enlazaron todo un circuito comercial hacia la capital de la Nueva España. El auge de la producción minera se dio entre 1572 y 1580, al pasar de 216.000 a 1.400.000 pesos anuales, pues se beneficiaron minerales de bajo costo o alta ley, principalmente en vetas superficiales.
Cipolla estimaba que durante el siglo XVI se produjeron en las Indias españolas 16.000 toneladas de plata, en el siguiente 26.000 toneladas y durante el siglo XVIII más de 39.000 toneladas, una marea que inundó primero España y posteriormente un país tras otro, dotando a los mercados internacionales de una liquidez excepcional, lo que favoreció extraordinariamente el desarrollo del comercio intercontinental.
Bibliografía
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